Los seres humanos, las familias, los vecindarios o barrios, y luego su dimensión máxima: los pueblos, tienen ciclos que se cumplen inexorablemente.
En paralelo, los sistemas políticos o formas de gobierno formaron su propia estructura de dominación. El germen de ese poder está en el núcleo: padre y madre.
A ese nivel llegan a determinada edad biológica. Los pueblos también cumplen esos ciclos de poder. Al Ecuador del siglo XXI, irrumpieron los efectos de las malas prácticas que tuvo el ejercicio democrático, especialmente a partir del año 2000, y para terminar con ese ciclo de vida política entraron al escenario nuevas generaciones.
Transcurridos siete años de abrirse otro esquema de poder político, llegó el 23 de febrero del 2014 como el último acto electoral, después de 10 procesos triunfantes; y Alianza País estimó llegar a la cumbre para exhibir la aureola de invencible, y gozar de una etapa de silencio electoral de 1 095 días, dentro del período más largo de esta década 2007-2014, inédito en la historia política republicana.
Con los sorprendentes resultados obtenidos en ese evento nacional de Alcaldes, Prefectos, concejales, y juntas parroquiales, se comprobó que nuestro pueblo utilizó su subconsciente personalizado en votos para expresarse contra del poder absoluto presidencial, a pesar de vallas y límites del Consejo Nacional Electoral, entidades nada imparciales como en el caso Yasuní para ir a consulta.
A los 90 días de ese adverso acto electoral, dice una magnífica crónica de este diario titulada “Una nueva correlación de fuerzas empieza hoy”, que partidos y movimientos contrarios a Alianza País y su “revolución ciudadana” ganan 20 alcaldías que son el 70,9% de las capitales provinciales, entre las cuales están poblaciones con cinco millones como Guayaquil y Quito, seguidas de plazas importantes como Machala, Babahoyo, Portoviejo, Cuenca, Azogues, Guaranda, Tulcán y Tena.
Alianza País quedó minimizada con cuatro alcaldías, de las cuales Wálquer Vera, electo para Muisne fue asesinado hace pocos días.
En cambio, en las prefecturas, el oficialismo ratificó la reelección en Guayas y Pichincha y en ocho provincias, poniéndose en porcentajes similares a las fuerzas contrarias que triunfaron en 10 plazas, entre las cuales está Paúl Carrasco, prefecto del Azuay, provincia que aporta con figuras claves para el accionar político como Doris Solís y José Serrano.
Por último, cabe recordar mi artículo de marzo ¡Qué difícil asimilar una derrota!, cuando afirmé que el pueblo se sintió agobiado por el nuevo mensaje populista, los líderes actúan por sobre sus doctrinas, e imponen su visión personal para gobernar, y nuestro pueblo, como otros del mundo, creyeron en las ofertas de los procesos democráticos, para luego, poco a poco, ir destruyendo las instituciones que separan funciones Legislativa, Judicial y Electoral, para reelegirse indefinidamente.