Con palabras amables, el Jefe de Estado puso fin a la costumbre de contar con edecanes militares que lo resguarden. El antecedente para este suceso lo dieron los asambleístas al reformar la Ley de Personal, en la que se dispuso que únicamente el Presidente tenga edecán.
¿Con quiénes contará en adelante?
Varios hechos en el último tiempo llevan a meditar sobre el trato que están recibiendo los militares de parte del actual Gobierno.
Entre los últimos, la adquisición de helicópteros Dhruv, de tan mala calidad, que ocasionaron la muerte de jóvenes oficiales que conducían uno de ellos.
Más recientemente, la privación de una alta suma de dinero debido a la compra de terrenos, en Guayaquil, aduciendo que el Ministerio comprador había pagado demasiado.
Igualmente, la invitación para que elementos activos se separen y puedan dedicarse a tareas civiles, incluyendo las de guardabosques, guías penitenciarios y otras actividades, pese a no tener preparación para semejantes labores.
El exministro de Defensa, señor Cordero, protagonizó una muestra viviente de maltrato a la clase militar, al referirse a las observaciones de altos oficiales, uno de los cuales –Gral. Banderas- es nada menos que héroe de guerra, calificándolos de chiflados.
En la época del Sr. Cordero, el poder se lamentó y condenó que se hayan destinado apenas 3 dólares diarios para alimentación de la tropa; sin advertir que dicho Ministro –al asumir el cargo- había ofrecido gestionar un aumento, que no lo consiguió.
Para un civil que no está enterado de la especialización militar, parece fuera de entendimiento que los paracaidistas no hayan tenido un buen avión para sus prácticas y que utilizando un aparato antiguo murieran 22 militares de élite de las tres ramas.
Sería razonable pensar que para ocupar el cargo de Ministro de la Defensa fuera indispensable que el titular haya cumplido por lo menos la conscripción, para conocer qué es un cuartel, cómo funcionan las jerarquías y cómo se forma el soldado en una práctica de amor para la patria y para defender su integridad.
No se puede desconocer que el Jefe de Estado necesita protección, con mayor eficacia que cualquier ciudadano; que los ministros y algunas gentes del poder también lo necesitan. ¿Quién o quiénes reemplazarán a los militares en esta labor? ¿Crearán un cuerpo de civiles ecuatorianos de confianza para ellos?
La reciente conducta de los guardias del Presidente de Turquía, agrediendo a mujeres ecuatorianas, debería ilustrar que la nueva guardia debe estar formada exclusivamente por personal ecuatoriano, perfectamente entrenado para no rebasar límites en el cuidado de la autoridad a la que protege, que cualquier exceso de su parte con los ciudadanos compromete al protegido, particularmente cuando hay contacto personal cercano en eventos públicos.