Estimado lector, usted conoce el refrán: “A cada cerdo le llega su San Martín”.
Su origen es una ancestral costumbre rural española. En la festividad de Martín de Tours, 11 de noviembre de cada año, se daba el sacrificio de los cerdos, para recoger su carne, sangre y grasa, porque avanzado el otoño y próximo el invierno del hemisferio Norte, había que hacer provisión de alimentos y producir embutidos, antes que tener más animales en pie.
La costumbre se convirtió en refrán que recuerda que lo más probable es que a cada cual le llegue la consecuencia de sus acciones y omisiones, de sus ingenuidades y de sus errores, de sus pasiones y su servilismo. La salida de Benjamín Cevallos del cargo de presidente del Consejo de la Judicatura lleva a recordar el refrán. Su actuación fue de servir al gobernante, de lo que hay evidencias. Cuando ya no le iba a ser útil al gobernante, porque había que convocar a concurso con veeduría y oposición para el nuevo Consejo de la Judicatura, a pesar que en ningún concurso le han excluido a sus candidatos, Correa prefirió la nominación directa, bajo el supuesto de 3 nombres diferentes, pero un solo gobernante verdadero. El referéndum y todas las ilicitudes dadas fueron para ese objetivo. Cevallos habló y quiso demostrar autoridad cuando estaba ido. Le amonestaron y vejaron. Le había llegado su fin.
Otro caso: el del fiscal Washington Pesántez, profesional con currículum destacado, amigo personal del Presidente y a su manera –creo que equivocada- consecuente con él y su entorno.
Decenas de denuncias que debió investigar y tramitar la Fiscalía, relativas al entorno presidencial, no fueron oportunamente tramitadas. Unas ilícitamente fueron desestimadas, otras se estancaron en un limbo similar al que en la Asamblea hubo para el juicio político, en que había razones aparte de lo que fue su desencadenante, un accidente de tránsito en que se quiso establecer responsabilidad de su cónyuge. Pesántez de ida formuló algunas reflexiones sensatas, pero también pudo pensarse que estaba herido. Ya está afuera.
Los serviles mientras son útiles para el abuso, alguna correspondencia podrán recibir del poder. Cuando éste se hastía de ellos –o si éstos desagradan al gobernante por alguna frase de dignidad, aun cuando sea tímida- serán agraviados.
De otro lado, en el servilismo usualmente se deja huellas de las ilicitudes, porque se privilegia no desagradar al gobernante, antes que actuar lícitamente, por eso hay que evidenciarlas para su castigo en tiempo y espacio de ética en la administración de la justicia.
Usted, ciudadano y ciudadana, en función pública, recuérdelo: a la larga, un gobernante abusivo sustituye a los serviles por otros que lo sean más, y los excluidos le quedarán debiendo al conjunto social el precio de su servilismo.