Además, de las penurias que sufre el pueblo venezolano, tres circunstancias se añadieron a su mala suerte: la ineficaz vigencia de la Carta Democrática Interamericana; la acusación del presidente Maduro contra el secretario general de la OEA, Luis Almagro, y la poco feliz respuesta del agredido, que no supo torear la embestida del miura venezolano.
La Carta Interamericana fue expedida el 11 de septiembre del 2001 en una sesión extraordinaria de la OEA, con el propósito de asegurar un orden y bloquear cualquier inestabilidad golpista contra los regímenes electos. En esa época no se concibió que era posible que algunos de esos gobiernos concentren el poder, ignoren las divisiones de las funciones del Estado y vulneren las constituciones que juraron respetar.
La Carta Interamericana, en estas circunstancias, fue un instrumento preventivo para evitar golpes de estado. Sin embargo, ese sistema no ha impedido proteger a líderes mesiánicos elegidos que han desarrollado autocracias que liquidaron la democracia que les permitió llegar a la cúspide del poder.
A pesar de este grave escenario, en la situación de Venezuela se podría aplicar todavía, el artículo 20 de la Carta: “En caso de que en un Estado Miembro se produzca una alteración del orden constitucional que afecte gravemente su orden democrático, cualquier Estado Miembro o el Secretario General podrá solicitar la convocatoria inmediata del Consejo Permanente…”
Afecta, respecto al citado instrumento , la precipitación de los legisladores venezolanos de oposición para pedir la aplicación de la Carta Interamericana, pues lo eficaz hubiese sido que sean los Estados miembros de la OEA y suscriptores de la Carta que actúen superando el marasmo que los adormece; salvo que, estén esperando nuevos y violentos acontecimientos que los avergüencen ante sus pueblos y entonces se decidan.
En cuanto a los protagonistas personales, los cruces verbales no se justifican, pero son explicables. ¿Qué otra idea para fundamentar un ataque personal se le puede ocurrir a un revolucionario del siglo XXI sino imputarle al Secretario de la OEA que es un agente de la CIA? No fue un insulto ni injuria viniendo de quien viene, o ¿acaso, es justo increpar a los gallos por el alboroto que causan en horas del amanecer? En cuanto al secretario Almagro, hay que leer el contenido de la carta. Cayó en la provocación, no insulta pero entra en el área de la polémica que bajo ningún concepto le corresponde. Es un funcionario internacional, pero no es Jefe de Estado.
Mientras se discuten estas rencillas, hay un pueblo que subsiste con necesidades y pierde la esperanza de un futuro diferente; pero, en algún momento, pasará la factura a esas naciones que hace dos siglos ayudaron a liberar y hoy se escudan en la indolencia.