Carreteras por libertades

A propósito de mi artículo “¿Dónde hay fascismo?”, un lector me escribe que es el odio al presidente Correa, lo que me impulsa a desconocer sus obras. Respondí a tan simplista visión señalando que mis críticas no tienen carácter visceral ni se dirigen a la obra realizada en vialidad, educación y salud, gracias tanto al dinamismo presidencial como a la abundancia de recursos con que ha contado.

Recientemente recorrí algunas provincias constatando la calidad de las rutas, que se comparan, sin complejos, con sus similares de cualquier parte del mundo; nada, que no sean elogios, habrá que decir en lo tocante a las escuelas y colegios del Milenio; lo mismo sobre los centros de salud y hospitales cuyos servicios han mejorado.

Pero hay que repetir una y mil veces que esos meritorios adelantos no valen como argumentos para justificar las falencias en lo relativo al respeto a los ciudadanos y la sujeción a la norma del derecho. Es allí donde se encuentra el meollo de la conducta que suscita críticas y censuras. Si es malo que un gobierno trate de ocultar sus abusos exhibiendo la obra pública realizada, es peor que la ciudadanía se preste a comulgar con esa rueda de molino y vea, en quienes destacan esos defectos, a enemigos a los que hay que hacer besar el polvo.

La obra pública, por eficiente que sea, no vale como moneda para comprar el silencio de quienes defienden libertades y derechos. Con una simpleza insultante se dice que por el hecho mismo de existir la crítica demuestra que hay libertad para expresarla. Es verdad que todavía algunos ecuatorianos dicen lo que piensan, pero no lo es menos que el Gobierno ha inventado cortapisas que, progresivamente, van dejando sin aliento a las voces francas de aquellos a los que no se ha podido atemorizar.
¿No es aberrante la difusión de cadenas nacionales destinadas a minar el prestigio de periodistas que el gobierno considera opositores empleando armas desproporcionadamente mayores y obligando a que el periodista atacado presente en su propio medio informativo la cadena que le ofende?

A ese tipo de arbitrariedades obedece la reacción de quienes no aceptan canjear libertades por carreteras. Un jefe de Estado empeñado en fortalecer la gobernabilidad puede emplear su autoridad para hacer obra pública, pero no para ofender, herir, menospreciar a los ciudadanos e incitar -probablemente de manera no deliberada- a eliminar mediante un homicidio a sus críticos, homicidio que si el presunto enemigo es tildado de microbio, toma el nombre patentado de “microbicidio”.

Estas no son cosas de bromas o de hilaridad. Son temas serios, esenciales para una convivencia ciudadana pacífica y creadora, indispensable para promover el progreso auténtico, material y espiritual, que el propio gobierno presenta como la esencia del “sumak kawsai”.

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