El día de ayer asumió la Presidencia de Chile, para un nuevo período de cuatro años, la exmandataria y ahora nueva presidenta en funciones, doctora Michelle Bachelet. Recibe un país que durante algo más de dos décadas mantiene un permanente crecimiento, con una economía abierta que ha permitido mejoras sustanciales en el nivel de vida de sus habitantes. Lo curioso es que, durante la mayor parte desde el retorno a la democracia, se han alternado en el poder cuatro presidentes pertenecientes a la coalición de demócrata cristianos y socialistas que nuevamente colocó en el solio presidencial a la actual Mandataria, sin que en lo sustancial hayan modificado el modelo económico que ha traído buenos resultados. En perspectiva, es interesante comparar cómo países en los que ha habido gobiernos de la misma tendencia que pregonan un supuesto nuevo socialismo, que se han mantenido por 10 o más años, se encuentran en una situación calamitosa, mientras Chile logra resultados que se traducen en mayor superación de la pobreza y mejores estándares de vida para su población. Basta mirar a su vecino austral. Esa potencia llamada Argentina, 3.5 veces más grande en territorio, de riquezas y bellezas naturales incomparables, que casi la triplica en población, apenas supera al país de la estrella solitaria con un tercio de su PIB.
No sólo eso. No basta con el mayor dinamismo económico. La institucionalidad es un tema que pesa de manera sustancial. No ha habido groseras maniobras para hacerse del control de las cortes y jueces. La Policía no se ha visto salpicada de escándalos donde sus miembros son partes de grupos delictivos. Los servicios públicos funcionan en forma aceptable, con los problemas, al menos en Santiago, que les son propios a las grandes urbes.
Que existen inconvenientes y materias por resolver, sin duda alguna. Que las distancias entre los que más tienen y los menos favorecidos no se reducen es verdad, pero también es cierto que aquello se logrará con mejores políticas públicas debidamente focalizadas que estimulen por sobre todo el empleo, que mejoren y amplíen la educación pública, más no con actitudes que sirven únicamente para tener votantes cautivos para tiempo de elecciones, ni tampoco hostigando a los que intentan emprender en negocios o ampliar los existentes.
¿Quién tendrá mayor posibilidad de abandonar la pobreza? ¿Una persona pobre de los países del círculo chavista acosada por las devaluaciones, la inflación, la escasez de productos o un individuo que vive en un país que goza de estabilidad económica y política por más de 20 años, donde su entorno no se ve alterado por experimentos que pueden tirar todo al traste? Quizá los chilenos ya sufrieron esa experiencia y por ello ahora valoran positivamente lo que significa vivir en democracia, gozando de todo un sistema de libertades. Sólo resta esperar a ver cuál país del continente alcanza los estándares de bienestar que existen en los países desarrollados.