Hace unos años, el gobierno del presidente Correa anunció, con aires de moralista innovador, que había resuelto adoptar y poner en práctica el principio humanista de la ciudadanía universal.
Si se pide que las mercaderías circulen libremente –argumentó- es lógico que los seres humanos puedan también circular libremente en todo el planeta.
Así, se suprimieron las visas de entrada al país. Pronto, numerosos grupos de migrantes provenientes sobre todo de Asia y África llegaron al Ecuador, no con el ánimo de permanecer sino principalmente, para organizar su viaje hacia lo que ahora se llama “sueño americano”.
Pero avanzar hacia el norte no es fácil. Hay que superar las normas y controles impuestos por las legislaciones de los países de tránsito, los peligros de las jornadas a través de selvas, pantanos y desiertos, las crueldades de los traficantes de personas y, finalmente, las barreras con las que el gobierno norteamericano controla sus fronteras.
¡A las esperanzas siguieron las frustraciones! Los países por los que forzosamente debían transitar estos migrantes presentaron protestas al gobierno ecuatoriano porque su política estaba creando una presión insostenible en sus fronteras.
Ahora vemos con claridad los resultados de la política migratoria de Correa.
El caso de los cubanos es el más elocuente, pero no el único. Miles llegaron al Ecuador haciendo uso del derecho a ingresar sin visa. Muchos se quedaron entre nosotros, porque así lo decidieron o porque no pudieron superar los obstáculos para seguir su viaje. El gobierno se vio constreñido a cambiar su política y exigió visa a los cubanos.
Al tratar de verificar su estatus legal, no se hicieron esperar las protestas de los afectados, a los que se les tomó en custodia para, en última instancia, deportarlos. Entonces se agravaron los problemas pues muchos de tales migrantes no querían regresar a Cuba, país del que habían salido, bien por efectos de una persecución política, bien para escapar de las limitaciones económicas prevalecientes en la isla.
Su deportación hacia Cuba implica un desconocimiento del principio constitucional de “no devolución” al país del que habían huido, consagrado, además, en tratados de derechos humanos de obligatorio cumplimiento para todos. El último episodio de este drama consiste en la decisión de Colombia de expulsar hacia el Ecuador a los migrantes que ingresaron a ese país desde el nuestro.
¿Los deportará también el Ecuador hacia la isla caribeña?
He allí como un principio bueno pero utópico, como el de la “ciudadanía universal”, aplicado sin el menor análisis de sus consecuencias -obligación primordial de un hombre de estado- puede generar no soluciones sino mayores problemas para todos: víctimas inocentes y gobiernos irresponsables, carentes de previsión.