No del todo original el intento de inscribir a un burro como candidato a la Asamblea pero invadió los medios de comunicación y abarrotó las redes sociales; la cuenta de Twitter de Don Burro, como fue nominado este personaje, pasó de los treinta mil seguidores, cantidad nada despreciable . Comentarios fantasiosos sobre el suceso del burro, unos consideran que es un tema superficial y tan solo de buen humor guayaco, otros dicen descubrir un mensaje de reproche que llama a una profunda reflexión.
Para abonar a este campechano debate, nos llamó la atención que, en nuestra patria, donde se salvaguardan todos los derechos imaginables, aún no se hayan escuchado frenéticas voces de los defensores de animales, en este caso, de los burros, reclamando que no se consultó al burro si estaba, o no, de acuerdo en ser candidato; no se ha oído denunciar, hecho infamante, el obligarle a usar corbata, nada comedido ni coherente con el atuendo típico de un asno.
Esto nos recordó a lo sucedido en Fez, Marruecos, donde se publicó la siguiente noticia: “la empresa Ozone, que se encarga de la recolección de basura, en coordinación con el ayuntamiento, establecieron el pliego de derechos de los burros, dado lo especializado y exigido de su labor, los burros sólo pueden trabajar dos días seguidos, al tercero, deben descansar”. Esto para que, si aún no lo han conocido, tomen nota, por favor, los camaradas de los derechos de las acémilas y, de resultar electo Don Burro, lo resguarden, desde ya, para que no le obliguen a trabajar tanto, como lo hacen otros abnegados asambleístas.
Hace poco, el muy querido y popular humorista Carlos Michelena, en interesantísimo diálogo con este diario, confesó sentirse ofendido de que a la Asamblea se la compare con el circo porque, según sus declaraciones, el circo es algo muy serio. Ofrecemos disculpas a Michelena por haber utilizado epítetos como “espectáculo circense”, al calificar a la Asamblea, de buena fe, pero sin pretender ofender a tan destacado protector de ese entretenimiento.
Cuán lejanos nos parecen aquellos días en que los asambleístas, con alguna que otra excepción, eran personas honorables, preparadas y de gran talla intelectual, sin importar su procedencia política, de derechas, de izquierdas, o de centros, exhibían, hasta para zaherir al contrario, nobleza, altivez, un buen castellano, con cuidadosa dicción y gran humor.
Cuánto clamamos por una patria unida, altiva, digna, donde nos sepamos bien representados; lastimosamente, a este paso, si no surgen candidatos idóneos veremos cómo Don Burro, gracias a sus multitudinarios adeptos y al método D’Hondt, conquistará una curul en la Asamblea.