Fernando Cardim de Carvalho. IPS
Mientras que la situación política en Brasil parece alcanzar un estado de equilibrio inestable, o más directamente, que la inestabilidad se transforma en un punto muerto, la economía sigue deteriorándose.
La agudización de los conflictos políticos que podrían conducir al colapso absoluto de la economía parece haberse atenuado por el traspaso, el 7 de abril, del poder político real de la presidenta Dilma Rousseff al vicepresidente Michel Temer.
Temer logró traer de vuelta al bando gubernamental a Renán Calheiros, el presidente del Senado federal, con un pacto de reparto de poder destinado a aislar al presidente de la Cámara Baja, Eduardo Cunha, quien asumió una postura mucho más radical.El acuerdo ha funcionado hasta el momento.La presión para que la Presidenta dimita o para que se inicien los procedimientos de juicio político parece haber alcanzado su límite.
La oposición popular a la administración federal, que tiene su fuerte en São Paulo – como se demostró en las manifestaciones masivas de marzo y abril y, más recientemente, del 16 de agosto- no tuvo el crecimiento de bola de nieve que sus dirigentes esperaban.
En suma, las posiciones parecen haberse solidificado a medida que se alcanzó cierto grado de acuerdo político.
El Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) tomó la delantera del lado del Gobierno, y la oposición formal a Rousseff, incluido el partido que lidera nominalmente a la oposición, el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), se congregó en torno a Cunha, que sigue siendo su mejor esperanza para la vía hacia el juicio político.
En este punto las manifestaciones callejeras no parecen capaces de cambiar el panorama. Sin embargo, cabe señalar que solo la oposición fue capaz de organizar protestas multitudinarias. Los intentos de los grupos progubernamentales de hacer lo mismo a favor del Gobierno fueron pocos y de escaso éxito.
En este contexto, la economía brasileña sigue deteriorándose. El impacto contractivo del ajuste fiscal fue mayor de lo esperado porque nadie puede prever lo que vendrá, aunque -de hecho- se implementarán las medidas anunciadas, mientras que las dificultades actuales, incluidas las fiscales, seguirán creciendo.
El Gobierno Federal no logró aprobar las medidas de contracción que, según argumentaba, eran esenciales, generando así un callejón sin salida por el cual se prevé que el éxito del Gobierno será muy malo para el país, pero su fracaso aun peor.
Muchos economistas pronostican una caída del Producto Interno Bruto (PIB) en 2015 cercana a 2%, y postergan la posibilidad de recuperación hasta 2017, al menos. Si esta contracción realmente sucede, será una de las recesiones más graves de la historia reciente, mucho peor que la sucedida en 2008 y 2009.