Ivet González
IPS
Lágrimas, silencios y evasivas son las reacciones de los cubanos, al ser preguntados sobre la crisis de los balseros, a dos décadas de un éxodo sin igual en el continente americano que todavía es un tema tabú en esta nación caribeña.
Balseros se acuñó entonces para quienes migran de Cuba en embarcaciones más que precarias rumbo a Estados Unidos, una vía temeraria detectada desde 1961, que se usó en forma masiva en agosto de 1994 y persiste actualmente, aunque la ley migratoria local se hizo más abierta en 2013.
“Aquí no se habla de los balseros en la prensa (toda estatal). La gente que sabe algo es por la antena” (acceso clandestino a televisoras extranjeras), dijo a IPS el habanero de 66 años Frank López, testigo de la última gran diáspora de esta nación insular.
Según el Servicio de Guardacostas de Estados Unidos, el flujo migratorio desde Cuba por mar es ahora estable. A los dos países les separan apenas 90 millas (167 kilómetros) entre los dos puntos más cercanos, pero ahora se incluyen rutas más complejas con destinos intermedios como México, Islas Caimán y Puerto Rico.
Alrededor de 1 271 balseros fueron interceptados en alta mar entre octubre 2012 y septiembre 2013, frente a los 1 275 regresados a Cuba en el período anterior, en cumplimiento de acuerdos bilaterales.
Según la Ley de Ajuste Cubano, vigente en Estados Unidos desde 1966, todo cubano que toca suelo de ese país tiene derecho a residencia permanente, en un punto sensible del conflicto bilateral. La Habana aduce que esa norma alienta la emigración ilegal y Washington riposta que responde al descontento en Cuba por las políticas del gobierno socialista, en el poder desde 1959.
Pero la situación poco tiene que ver con el convulso verano boreal de 1994, cuando más de 36 000 cubanos se lanzaron al mar rumbo al norte en botes de pescadores, balsas rústicas hechas con maderas y neumáticos de camión, a remos o con motores.
Desde comienzos de aquel año aumentaron los cubanos que intentaban cruzar a La Florida, mientras se encrespaban las posiciones de los gobiernos, que no tienen relaciones diplomáticas formales, a lo que se suma desde 1962 el embargo a Cuba por las administraciones de Washington.
Entre julio y los primeros días de agosto, grupos de cubanos secuestraron al menos cuatro naves estatales, en intentos exitosos o fallidos de llegar a Estados Unidos.
El entonces mandatario Fidel Castro emplazó al gobierno estadounidense de Bill Clinton a desalentar la oleada de salidas ilegales o Cuba dejaría de oponerse a ellas. Castro consideraba que era alentada por la acogida y ayudas a los balseros, mientras no se cubrían las 20 000 visas anuales pactadas por los dos gobiernos en 1984. Solo 11 122 personas recibieron visado estadounidense entre 1987 y 1994, de las 160 000 posibles.
El inicio de la crisis de los balseros se marca en el 12 de agosto, cuando Castro ordenó a los guardacostas dejar de impedir y vigilar la salida. Muchos de los que vivieron aquellos días, los marcaron para siempre.