Uno de los aspectos característicos, por no decir propios, de la política latinoamericana ha sido el populismo. Es una práctica a la que generalmente los líderes de diferentes tiendas políticas, tanto de derecha como de izquierda, han recurrido para llegar y mantenerse en el poder. Lo curioso es que este modo de hacer política se esté convirtiendo en algo común en otras regiones.
El triunfo de Donald Trump en las elecciones de EE.UU. y del Brexit en Gran Bretaña se explican en gran medida por el populismo. Discursos que han tenido éxito por el aumento de la precariedad social (trabajadores que se quedaron en el desempleo por la deslocalización de la industria y campesinos afectados por los efectos de la globalización), de la percepción de inseguridad (actos terroristas de Estado Islámico en el mundo y la inmigración producida por la guerra interna en Oriente Medio) y de la frustración frente a los cambios que ahora está viviendo el mundo.
Pese a que no existe una definición única de populismo, hay ciertas características que lo que identifican. En primer lugar, se presenta como un discurso maniqueo que representa la lucha entre el pueblo y la élite. O sea, un enfrentamiento moral entre el bien y el mal. En segundo lugar, el líder populista encarna los valores de la nación frente a sus enemigos (internos o externos), los cuales, independientemente de cómo plantee el caudillo el escenario de confrontación, pueden ser los partidos de la oposición, los medios de comunicación, empresarios, transnacionales, bancos, etc. En tercer lugar, el populismo se basa en la movilización desde arriba. Pese a que en su discurso incorpora a los sectores excluidos, buena parte de la acciones se toman de manera vertical. Es decir, es el líder el que a la final sabe lo que es mejor y más apropiado para el pueblo.
En el caso de Trump y de los conservadores que promovieron el Brexit dieron forma a un discurso maniqueo que se presentó como una lucha contra el establishment ubicado en Washington y en Bruselas (sede la Unión de la Unión Europea). Al mismo tiempo que se planteaba esta división y se identificaban como la encarnación de la nación, enfilaron sus críticas contra los inmigrantes, mexicanos, musulmanes, etc. Es decir, exacerbando la división y el conflicto social en función de clases sociales, raza, creencias religiosas, nacionalidades…, como si estos sectores serían la causa de todos los males. De ahí que Trump haya planteado a pocos días se asumir su mandato una serie de decretos como construir un muro en la frontera con México, limitar el ingreso a ciudadanos de países que él considera como una amenaza, entre otros.
El auge del populismo en Estados Unidos y en Europa me causa una profunda duda: ¿hasta qué punto es una recaída temporal o un franco retroceso frente a lo que por siglos representaban sus sistemas políticos? ¿La democracia es cosa del pasado frente a los intereses y visiones de este populismo.