Recuerda el lector, aquellos espacios de años atrás que se titulaban ¡Aunque usted no lo crea!, de Ripley, una franquicia que llevaba a que se relaten acontecimientos extraños o curiosos sucedidos en el mundo.
Citaré decisiones o posibilidades no imaginables tiempo atrás.
La nueva ley cubana para inversiones extranjeras, aprobada por unanimidad en la última semana de marzo de 2014, en busca de por lo menos USD 2 000 millones en el tiempo inmediato. La sustentación fue “garantizar no solo un crecimiento de la economía, sino y sobre todo un modelo de desarrollo, lo cual pasa necesariamente por el incremento de las inversiones y de financiamiento externo”.
Cuba sólo tiene recursos para abastecer con limitaciones el consumo, sin poder destinarlos a inversiones, por eso la traba de que los crecimientos anuales no pasan del 3% del PIB, cuando la aspiración es tratar de escalar hacia un 7%. Para estimular la inversión extranjera se ofrecen garantías jurídicas: protección a las propiedades adquiridas, que no podrán ser incautadas por el Gobierno; reducción del 30% al 15% de los impuestos sobre las ganancias, con un período de gracia de 8 años para comenzar a tributar.
Aspiran que la inversión extranjera no se quede en servicios, como fue el caso de los hoteles construidos en la isla por multinacionales de la hotelería, sino que llegue a los sectores industriales, de biotecnología, energía renovable y otras que se sustenten en nuevas tecnologías y know-how. En lo agrícola buscan una recapitalización que les dé acceso a tecnologías apropiadas, a la producción de calidad y a la oferta alimentaria interna, porque Cuba importa un alto porcentaje de los alimentos que requiere.
Indiscutible que el bloqueo -a partir de octubre de 1960- de Estados Unidos a Cuba, estuvo en la génesis y ha estado en la profundización del agotamiento económico de la Isla, agudizado después de la caída del modelo socialista de la URSS y de otros países del Este de Europa, a fines de los años 80 del siglo XX. Realmente en Cuba se vive en estado de pobreza económica, distorsionada por minorías que reciben divisas desde el exterior, lo que genera presiones de consumismo a quienes solo viven del ingreso de la isla.
La confiabilidad de las reformas pasará por la efectiva seguridad a los inversionistas y a la apertura para que los propios cubanos tengan similares derechos.
La situación cambiaria de Venezuela ya no da más. País riquísimo en reservas de petróleo, ineficiente antes y ahora, violento en lo social y en lo político, corrupto en un nivel que supera la imaginación, está pensando seriamente en desmontar la incautación y la prohibición de negociación en divisas que en el mercado ilícito supera las 10 veces (mil por ciento) del tipo de cambio oficial.
Ojalá se racionalice.