Nicaragua vive su hora más oscura desde la dictadura de Somoza. El 19 de julio se cumplió el aniversario 39 de la revolución sandinista. El aniversario más triste de una fecha que no se olvidará nunca, por lo que significa el derrocamiento de la dictadura. Nunca por la represión monstruosa de aquel comandante que fue líder popular y hoy se ha convertido en el tirano del pueblo impotente.
Ya se ha contado la historia de los años festivos de la revolución donde las palabras libertad y cambio florecían. Donde la lucha contra el analfabetismo y las secuelas de los regímenes dictatoriales y oligárquicos de la dinastía Somoza marcaban el calendario.
Los primeros revolucionarios, alineados bajo el liderazgo de la vanguardia del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), creyeron en la posibilidad de sacar a Nicaragua de la pobreza. Fue una guerra civil larga y sangrienta y el 19 de julio de 1979 los muchachos triunfaron y Somoza fugó.
Hoy, Nicaragua sigue en el sótano de los índices de pobreza del continente, los amarres políticos para cambiar las leyes permitieron las reelecciones y el Gobierno encabezado por el matrimonio Ortega Murillo ha profundizado la represión, la tortura, la violencia y el asesinato. Los primeros aliados del FSLN y varios de los comandantes de la revolución se fueron. La bandera rojinegra la usurpa un nuevo tirano. Si en los primeros años Daniel Ortega se acercó a la revolución cubana, a la Unión Soviética y los países socialistas, hoy queda el discurso. Ahora la nueva oligarquía y los empresarios poderosos hicieron jugosos negocios con Ortega y la relación con EE.UU. es cordial.
En abril, la gente no aguantó más. Los estudiantes se convirtieron en la vanguardia y son carne de cañón de la policía, los militares y paramilitares con equipamiento que solo tienen las fuerzas del estado.
Monimbó, Masaya, lugares símbolos de la revuelta sandinista hoy son sepulcro de los revoltosos. Las balas apuntan también a las iglesias. Un aniversario truculento.