El idioma es la mejor evidencia de la cultura y en nuestro caso, de la cultura mestiza. El habla cotidiana es implícita confesión de identidad. Es testimonio y rastro de la historia. Es trasunto del modo de ser de la gente. Si fuera posible hacer una radiografía de la palabra, el resultado sería interesante, porque se podría medir con exactitud el grado de influencia de los decires nativos, las huellas del tiempo, la evidencia de que la modernidad cada día crea palabras, las modifica y abrevia.
Interesante y oportuna la publicación del ‘Diccionario de Americanismos’ de la Asociación de Academias de la Lengua Española, que codifica la ingente cantidad de aportes realizados a la lengua por los pueblos latinoamericanos, y que anota las expresiones idiomáticas, los dichos y los giros que hacen del español un habla llena de matices, sutilezas y sentidos que cambian según la gente que los dice, según el valle o la llanura en que vive.
El Diccionario de Americanismos permite, además, identificar al origen de la palabra, si viene del náhuatl, del quichua, del antiguo araucano, etc. O si la palabra o el giro es chileno, peruano, ecuatoriano o argentino. O si es cosecha reciente de las derivaciones y abreviaturas nacidas de la tecnología, que influye poderosamente sobre el idioma. En este tema habrá, sin duda, discrepancias. He visto que se atribuyen fuentes chilenas o peruanas a giros que, desde siempre, habíamos considerado nuestros. ¿Serán errores o será que efectivamente vinieron de allá y que los incorporamos como propios? Caben dudas e inconformidades, por cierto, pero lo importante es admitir que de contagios y diversidades, de coincidencias y matices se hace el idioma. No cabe allí rigidez alguna, porque la lengua no es un catecismo definitivo, no es un dogma incuestionable, es, en cierto modo, un ser vivo, que nace y renace cada día, y que en cada generación se renueva.
Interesante el esfuerzo. Sin embargo, me parece que se les fue la mano a los académicos y a sus asesores en la identificación y designación de 55 etnias indígenas vivas en el Ecuador. Hay algunos errores que deberían examinarse y enmendarse, por ejemplo, se menciona a los “colorados” como distintos de los “tsáchilas”; se cita a los “aucas” (¿?) como etnia diferente de los huaoranis; se habla de un pueblo de indígenas “maxus”; se menciona, por un lado, a los “cañaris” y por otro a los “kañaris”; se menciona como etnia viva a los “cibambis” (en realidad, se llamaban “sibambis”), etnia que desapareció hace mucho tiempo. Se cita a los “runas” como etnia, cuando es una palabra que se usa para referirse a los indígenas. Runa en quichua es persona, hombre.
Habrá que contrastar fuentes, enmendar errores y suprimir duplicaciones, que no le quitan al Diccionario el mérito que tiene como tal. Será instrumento de exploración de las raíces de las palabras y de las culturas.