En esta época la abundancia de especies marinas es infinita entre las Islas Galápagos y el territorio ecuatoriano continental. La corriente fría de Humboldt arrastra tanta riqueza marina desde el sur que los barcos chinos aprovechan siempre.
Cuando la flota china, de 300 embarcaciones, se instaló cerca de la Zona Económica Exclusiva ecuatoriana formó una especie de cerco, todo lo que subía quedaba atrapado en sus redes. También pudo haber capturado especies del archipiélago, por ser altamente migratorias.
Si bien las naves chinas se han ido de los mares ecuatoriales (ahora están frente a Perú), la amenaza de esta industria asiática no ha terminado porque sus faenas van a seguir por el mundo, sobre todo en esta bendecida zona de Sudamérica.
Como al parecer sus recursos pesqueros se han agotado, los chinos se desplazan por el globo en busca de comida para alimentar a sus 1 300 millones de habitantes.
Walter Bustos, director del Parque Nacional Galápagos, cree que ahora ya no solo capturan tiburones para satisfacer su gusto por la supuesta sopa afrodisiaca de aletas, sino porque ya no tienen qué pescar.
Con ese escenario es imprescindible avanzar en las gestiones diplomáticas anunciadas por el Gobierno para lograr un control de la pesca indiscriminada en ese espacio de aguas internacionales, que actualmente está libre de restricciones.
En esa lucha, el país no está solo, porque esas mismas preocupaciones las tienen los países vecinos, así como los organismos internacionales de protección ambiental.
Si esas condiciones no cambian, el santuario de las Islas Galápagos se enfrenta a un nuevo riesgo que puede afectar a la conservación de las especies marinas.
Ya en el 2007 las Islas Galápagos estuvieron dentro de la lista de patrimonios en peligro por los problemas de sobrepoblación, una agresiva actividad turística y la introducción de especies invasoras.