La política educativa en el campo serán los “tractores”, manifestó la poderosa viceministra de Educación al grupo de dirigentes del pueblo Kayambi y del Contrato Social (CSE) que estaba reunido con ella para hablar de problemas educativos. Desconcertados los líderes, se vieron las caras. Es una metáfora, siguió la viceministra, la verdad es que esas escuelas dispersas, pobres y humildes se van a “derrumbar”, a cerrar, para que los niños vayan a las modernas escuelas del milenio.
Y así fue. Poco después se anunciaba el cambio radical de modelo de gestión del sistema educativo hacia una mayor eficiencia. De 17 000 establecimientos se reducirían a alrededor de 5 000.
Pasados los años, la aplicación de tal política es denunciada por madres y padres indígenas y mestizas rurales (reciente investigación del CSE): cientos de escuelas cerradas; niños y niñas sin transporte caminando largas distancias para llegar a la escuela del milenio; niños que no llegan a las escuelas, se quedan en el camino, por miedo a perros y otras amenazas; niñas acosadas sexualmente en la rutas solitarias; niños cansados y bajo rendimiento por las largas caminatas.
Más denuncias. Crisis familiar y comunitaria: Padres y madres angustiados sacan de sus exiguos bolsillos para pagar el transporte de uno o más hijos para que vayan a la escuela; abandono de la familia indígena de su comunidad, venta de animales y propiedades, para instalarse en el poblado más cercano a la escuela del milenio; disputa entre comunidades para tener a la escuela del milenio más cerca de su territorio.
La política de modernización educativa de “tractores” va contra el derecho de los niños y niñas de acceder a una educación de calidad “cerca a su casa”. Y también atenta a la vida de la comunidad indígena. Los reformadores nunca entendieron que la escuela de la comunidad es el centro de reproducción social y cultural de la comunidad. En este espacio nacen y recrean su energía y vitalidad. Al cerrar una escuela comunitaria, se da un golpe profundo a pueblos y nacionalidades. “Se nos fue la alegría”, pero estamos cada vez más disgustados, dicen los dirigentes, al hablar de las escuelas cerradas.
Los niños no tienen que adaptarse a la escuela. La escuela tiene que adaptarse a ellos. Ellos son el sujeto del derecho. En el modelo modernizante de la revolución ciudadana, el centro es el Estado y su eficiencia. Los ciudadanos servimos al Estado. En el modelo democrático, el Estado sirve a las personas.
La pequeña escuela rural, aquí o en Suiza, fue y es una alternativa para llegar a los sitios más lejanos. Pero hablamos de la buena escuela rural, mejorada, atendida, con propuestas pedagógicas adecuadas y docentes bien formados, como la Nueva Escuela de Colombia, reconocida mundialmente.