Cuando las distorsiones se mantienen por largo tiempo van enredando y complicando la marcha de la economía, la corrección, quiérase o no, aparece aun cuando ésta pretenda ser evitada por los administradores de un determinado sistema. Como cualquier fuerza que se intenta contener de manera artificial busca un desfogue que libere la presión, en el ámbito de las finanzas sucede algo parecido. Los manejos artificiosos terminan siendo desbordados por la realidad y el resultado que se busca evitar no pocas veces termina arrasando con todo aquello que se mantenía como una simple ficción. Los ejemplos son variados en todas las latitudes y los tiempos. Hace poco, la corrección puso en serios aprietos a varios países de Europa que requirieron de la ayuda de los países con economías sólidas para evitar un desastre mayor, de imprevisibles consecuencias, cuyos resultados inevitables fueron la contracción de las economías con los efectos negativos sobre el empleo. Pasado el sofocón, cuando el cauce de los acontecimientos parece enrumbarse en forma normal, ya nadie quiere recordar esa etapa oscura y, de una manera u otra, hay voces que oponiéndose a las medidas de urgencia que debieron adoptarse, claman por retornar a políticas de gasto que condujeron desenlaces nefastos.
Hoy en día los ajustes se producen en otros espacios geográficos más cercanos a nuestra realidad. El desbarajuste sostenido por años en uno de los países más ricos de América Latina ha llevado a ese Estado a una situación de ingobernabilidad que hoy divide a la familia venezolana. Los síntomas más evidentes en lo económico son una inflación incontrolable, la depreciación de la moneda aceptada de mala gana por los causantes de semejante descalabro que paradójicamente, con un mercado cambiario severamente controlado, contribuye a que aparezcan beneficiarios vinculados a las huestes gobiernistas que medran a su favor de una situación insostenible. La otra arista, un desabastecimiento que poco a poco ha ido colmando la paciencia de la población.
El otro ejemplo aparece al sur del continente. En suelo patagónico, un Gobierno que cuenta los días que le faltan para dejar el poder, acosado por escándalos de toda índole, también enfrenta un proceso inflacionario que ha derivado en crisis social. Los reclamos salariales han paralizado a la educación pública y a trabajadores de otros sectores, algo impensable en un país de las condiciones de Argentina. De otra parte la desconfianza en el peso ha conducido, inevitablemente, a que se busque refugio en el dólar. La consecuencia ha sido que el valor de la divisa se haya duplicado en pocos meses. Hay quienes hablan que, de no corregirse esta situación, la posición de la economía argentina como la tercera más grande de la región, estaría a punto de ser solo un recuerdo.
A eso se suma la decisión del Gobierno de revisar los precios de ciertos servicios, lo que debilita aún más el bolsillo de los argentinos.
En resumen, los ajustes, de que llegan, llegan.