Alberto Najar
IPS
Nadie supo. Al menos no en México. Desde que se anunció el encuentro entre Enrique Peña Nieto y el candidato del Partido Republicano de Estados Unidos, Donald Trump, muchos se preguntaron en qué pensaba el presidente mexicano cuando tomó esa decisión.
Las dudas aumentaron después de la catastrófica reunión del 31 de agosto, la avalancha de críticas que resultaron y la crisis interna en el gabinete presidencial. En los círculos políticos y con sus mensajeros en los medios mexicanos, se supo que el autor de la invitación fue el secretario de Hacienda, quien se saltó incluso a la canciller.
Los tuiteros se dieron vuelo con memes, teorías, hipótesis, sentencias para explicar las razones de fondo para el polémico encuentro. Peña Nieto aseguró que quería convencer al magnate “de la importancia de México para EE.UU., y de EE.UU. para México”.
El 3 de septiembre, la ventaja de la candidata del Partido Demócrata, Hillary Clinton, sobre su adversario se redujo a la mitad. En México, todavía no está claro por qué el presidente invitó a Trump. En EE.UU. sí lo supieron. El columnista Jim Newell, de la revista electrónica Slate, adelantó su teoría: “Un presidente no muy brillante encontró un farol para iluminarse, pero después no supo qué hacer cuando Trump aceptó su invitación”.
Una explicación parecida dio el expresidente mexicano Vicente Fox. “Lo chamaquearon (engañaron)”. El problema no es la capacidad del presidente, las ambiciones de su ministro de Hacienda o que Trump se haya pasado de listo. Lo verdaderamente complicado es el escenario que viene.
A nivel internacional muchos analistas subrayan que la invitación de Peña Nieto y la forma como se desarrolló el encuentro, le dieron al magnate la respuesta que necesitaba a las críticas sobre su inexperiencia política y la incapacidad de gobernar a su país.
La imagen del empresario estadunidense al lado del presidente de un país en la residencia oficial de gobierno, el video de su traslado a Los Pinos en un helicóptero de la Marina y la moderación en su discurso o al responder a periodistas le hicieron aparecer como un jefe de estado, señaló el diario The Washington Post.
Soledad Loaeza, investigadora de El Colegio de México, coincide: “Ahora tiene argumentos adicionales para decirle a su electorado que es un buen diplomático, que es un estadista de primera línea y que ya le advirtió al presidente mexicano que no va a variar de posición”.
En Europa y Asia existe la certeza de que si Trump llega a la Casa Blanca habrá una severa crisis mundial, no sólo económica sino de seguridad. Y resulta contradictorio que el presidente del país más insultado por el magnate sea quien le preste el oxígeno que necesitaba su descontrolada campaña.