El beso de Íker Casillas a su novia Sara Carbonero el día de la conquista española de la Copa Mundo en Sudáfrica no solo quedará en la historia del fútbol profesional, sino también entre los antivalores del periodismo.
En los manuales del oficio solemos recordar que uno de los pecados mortales de los reporteros (o de las reporteras) es acostarse con la fuente.
Parecería que todos los periodistas entendemos las consecuencias que implica hacerlo, por sus graves implicaciones éticas y profesionales, pero es un pecado más usual de lo que parece.
Es probable que la reportera Sara Carbonero no solo reciba besos y caricias de Íker, sino también información privilegiada, primicias y exclusivas.
Pero el tema de ‘acostarse con la fuente’ no se trata solamente de relaciones fraternas, afectivas o sexuales donde se confunde el ‘cultivar la fuente’ con la confianza o la intimidad cómplice.
Acostarse con la fuente es expresar desde el periodismo los intereses del poder, callar lo que el poder no quiere que se diga, desviar la atención del público sobre los temas que la sociedad debe conocer pero que a ese poder no le interesa que se sepa.
En el Ecuador basta mirar los contenidos informativos y propagandísticos de los perversamente llamados ‘medios del Estado’.
¿Qué es lo que no dicen, lo que silencian, lo que omiten El Telégrafo, El Ciudadano, los noticieros de TC, Gama TV y Ecuador TV, las agencias de noticias gubernamentales, las cadenas nacionales y los enlaces perversamente también llamados ‘ciudadanos’?
¿Qué temas son los que esos periodistas que trabajan con o para el Gobierno evitan informar, prefieren no debatir o eluden tratar públicamente?
¿Con qué información privilegiada cuentan y cómo la manejan frente a sus audiencias?
¿Qué primicias del poder político ponen en escena?
¿Por qué en las entrevistas ‘exclusivas’ al Presidente de la República y a los poderosos burócratas, los periodistas progubernamentales no cuestionan, no deliberan, no hacen preguntas de fondo?
El pecado de Sara e Íker es un mal precedente para el periodismo y, por tanto, no puede ser tasunido como ‘una tierna anécdota amorosa’ para la farándula.
Más bien, por su obligación ética de rendir cuentas y ser transparente frente a la sociedad, Sara deberá responder ante sus televidentes del canal Cinco de Madrid si obtuvo alguna ventaja por su relación con el arquero español.
Y en el caso del Gobierno ecuatoriano, si hubiera actitud ética en sus procedimientos, los medios que lo representan deberían hacer lo mismo.
Sobre todo porque, según dicen los voceros oficiales, la relación prensa-poder es parte del nefasto pasado neoliberal.
Y porque esta inmoral vinculación es uno de los antivalores que dicen combatir.