Desde distintos ángulos se ha llegado a advertir que el proceso electoral que está a punto de concluir no ofrece mayores sorpresas ni presenta claras opciones de elección a los ciudadanos. La disputa por la presidencia parecería ser un asunto decidido ampliamente, mientras los sectores de oposición apuntan a la Asamblea como ancla de salvación frente a la inminencia de un tsunami que arrase con todo.
En estos cinco años de gestión del presidente Correa, la revolución ciudadana ha logrado afirmar la ‘falacia democrática’ que opone equidad a libertad, inclusión a emancipación. En esta línea el Gobierno ha sabido moverse como pez en el agua, ha logrado demostrar que la equidad se la logra al precio de la reducción de las libertades, que la inclusión al sistema es la meta, así esta sea al precio de los 50 dólares del BDH. Este ha sido el leit motiv de este Gobierno: un fuerte discurso por la equidad, con el que se justifica todo tipo de arbitrariedades y copamiento de espacios de poder.
La sociedad ha sido sometida a una colosal operación de transferencia de recursos que han fluido por todos los cauces, los de la banca, los de los negocios, los de las contrataciones públicas, los de la importación, los de la recaudación tributaria, todos en alguna forma han sentido la química del billete verde entre sus manos. El discurso de la inclusión, capítulo central de la revolución ciudadana, se presenta como la invocación al “ábrete sésamo”, la necesidad de estar dentro y de ser parte de algo, de beneficiarse aunque sea del ‘goteo’. El precio a pagar es el enclaustramiento, la renuncia a la libertad.
La pobreza de la campaña electoral está en que no ha logrado develar esta disyuntiva entre inclusión y emancipación. Todas las posturas parecen moverse dentro de esta lógica; desde la derecha, incrementar el monto del bono, reducir impuestos, desde la izquierda, profundizar el modelo, regresar a sus impulsos iniciales. Pocas voces, las del centro político, han tratado de resistirse a la completa consolidación del modelo.
El peligro de una nueva reelección que no cuente con una asamblea plural que logre hacer un contrapeso al grosero copamiento de todos los ámbitos de poder, es que la arbitrariedad y la discrecionalidad del poder se profundice. Paradójicamente, en estos tiempos de revolución, la demanda de libertad no es tan fuerte ni vende tanto como la de inclusión.
El reto para los sectores de oposición es convencer a la ciudadanía de que el “ábrete sésamo” no solo debe ser usado para entrar, sino que tarde o temprano la sociedad deberá invocarlo para salir, para buscar la emancipación, para ampliar el horizonte de opciones y de alternativas. El liderazgo de la oposición podrá posicionarse adecuadamente sólo cuando logre conjugar libertad y equidad, inclusión y emancipación.