10 años bastan

Hay un lema que dice que los únicos políticos exitosos son aquellos que están conscientes de tener fecha de caducidad.

Ayesha Kajee, analista de la cadena Al Jazeera y activista pro derechos humanos, hizo hace unos meses una fantástica reflexión en esta línea: las sociedades actuales solo aguantan a sus mandatarios dos períodos consecutivos o un máximo de 10 años si se trata de períodos de cinco años, pero nada más.

Justo antes de finalizar cualquier segundo mandato, los ciudadanos entran en rebeldía que se agudiza si es que el gobernante –en su insistencia en ser reelecto- crispa aún más los ánimos abriendo las puertas del abuso, ya sea por la vía de despilfarro de fondos públicos o –mucho peor aún- violando derechos humanos de los ciudadanos para mantenerse.

Su análisis se enfocaba en África e ilustraba la tragedia de Burundi, Togo, Zimbabue, República del Congo, entre otros. Sobra decir cuán pertinente es esta idea para retratar los casos ecuatoriano, venezolano, boliviano…

Pero la tesis del cansancio se extiende a sociedades maduras con controles democráticos como Canadá, donde también la cuerda se tensa. El lunes pasado, el conservador Stephen Harper sufrió una derrota al tratar de buscar su tercer período como primer ministro en un país sin límite de reelecciones. Se supone que perder es casi imposible cuando se tiene un buen manejo económico a favor. Pues -al contrario a lo que se dijo en alguna sabatina- Canadá no está en crisis. Tiene una economía con cero déficit fiscal y la población es tan austera en este tema, que hasta la izquierda ofrece en su plataforma con déficit cero para aumentar sus posibilidades.

La recesión ocasionada por la caída de los precios del petróleo en el primer semestre del año, acaba de terminar. Y, para una economía fuertemente asentada en recursos naturales, la cifra de desempleo es bastante baja (7%). Aún más, Canadá tiene un fondo de contingencia para emergencias y desastres de entre 1,5 mil millones y dos mil millones de dólares.

Harper apostó a ganar con estos logros, pero fracasó porque la gente simplemente se cansó de su estilo de gobernar, de su cinismo convertido en sistema de gobierno, de su tendencia a polarizar y dividir, de su opacidad con la prensa (claro que para parámetros ecuatorianos, Harper es ultra demócrata) y de su negligencia con las comunidades aborígenes.

La gente simplemente se cansó y votó por el candidato que representaba exactamente su némesis: Justin Trudeau. Este, hijo de un legendario primer ministro canadiense, es carismático, amable y optimista hasta el extremo. Su campaña fue un rechazo al miedo y al ataque y propositiva en esencia. Es un liberal en lo político y en lo económico y ha ofrecido legalizar la marihuana, apoyar a los indígenas, apoyar los acuerdos de Copenhague y el tratado TPP. Fue también honesto al decir que habrá tres años de déficits fiscales antes de poder regresar a déficit cero. Creo que la moraleja es clarísima.

gjaramillo@elcomercio.org

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