Mónica Varea, de librería Rayuela, implementó un servicio de entrega a domicilio para mantener su gestión. Foto: Archivo / EL COMERCIO
Antes de la pandemia, el equipo de Severo, una editorial que publicó su primer libro en noviembre del 2019, tenía planificado lanzar cuatro títulos para este 2020, entre ellos una antología de la obra poética de Roy Sigüenza. Ahora su objetivo es lograr la publicación de, al menos, dos títulos, para el último trimestre del año y así continuar con el proyecto.
Severo es una de las 695 editoriales que existen en el país. Las empresas forman parte del sector editorial, un área productiva que también está integrada por escritores, ilustradores, imprentas y librerías.
Según datos del Sistema Integral de Información Cultural (SIIC) del Ministerio de Cultura, este sector ha acumulado pérdidas por USD 17 278 921,46 entre marzo y mayo de este año, a causa de la pandemia.
Otra de las editoriales que tenía lista su planificación de publicaciones para este año era Eskeletra. El escritor Ramiro Arias cuenta que antes de que se inicie la pandemia, estaban próximos a sacar la segunda edición de ‘El crimen del tarot’, de Alejandro Moreano, y que tenían en carpeta la publicación de la nueva novela de Huilo Ruales y una antología de mitos ecuatorianos.
“Todavía no hemos hecho un cálculo económico de las pérdidas, pero sí puedo decir que lo vivido en estos meses ha significado un desplome de nuestros ingresos, una caída a cero, que nos tiene al filo del cierre”.
A criterio de Oswaldo Almeida, presidente de la Cámara Ecuatoriana del Libro, la ayuda gubernamental es necesaria, sobre todo, para que las empresas que son parte del sector accedan a créditos.
Con relación a las editoriales que trabajan en la publicación de textos escolares, Almeida señala que han calculado que tienen 15 millones de libros embodegados. “Hace unos días, el Gobierno prohibió la compra de textos escolares para el año lectivo que se inició en la Costa. Si no se adopta un plan para comprar estos libros, se estaría acabando con el sector”, puntualiza.
Almeida añade que durante el tiempo en el cual la mayoría del país estuvo en semáforo en rojo, el sector editorial permaneció prácticamente paralizado, con ventas en cero y que las pocas empresas que encontraron maneras de activarse lograron réditos mínimos. “Ahora, con varias ciudades en semáforo amarillo -dice- la situación sigue siendo extremadamente crítica para el sector, porque la reactivación está siendo muy lenta”.
Los primeros días de pandemia sorprendieron a Mónica Varea, dueña de Rayuela. Esta librera, con varios años de experiencia en el sector editorial, cuenta que, ante la imposibilidad de abrir las puertas de sus dos locales, apostó por el servicio de entrega a domicilio. “Al inicio fue una odisea, pero conseguí una empresa que me ayudó a entregar libros en distintas provincias. Esos ingresos me permitieron pagar sueldos”.
Varea concuerda con Almeida en la necesidad de que el Gobierno permita el acceso a créditos flexibles. “Nosotros somos una librería pequeña, en promedio hacíamos una importación de USD 10 000 cada cuatro meses. Este año no alcanzamos a hacer ninguna importación. Para que lleguen novedades la gente tendrá que esperar un largo tiempo”.
Por el momento, en Eskeletra están trabajando en la creación de una plataforma de libros electrónicos, con los títulos que autorice cada uno de los escritores de su catálogo. Por su parte, en Severo están apostando por el trabajo colaborativo a través de Enjambre, un proyecto que nació en medio de la pandemia y del que también son parte librerías como Tres Gatos y Tólstoi.