Fabrikante partió de instrumentos de barro para musicalizar su disco, ‘Kariño Universo’. Foto: Joffre Flores / EL COMERCIO
Los silbatos que reproducen sonidos de la naturaleza, se unen con el espíritu del rap y elementos de música electrónica en una fusión que el ecuatoriano Fabrikante, hace posible en temas como Chimo vibración, primer sencillo de su segundo trabajo discográfico, que lleva por título ‘Kariño Universo’.
“Hay una mitad del mundo con una flor en la mano y la otra mitad del mundo por esa flor esperando”, dice uno de los versos del tema. La canción es un tributo a las energías que nos conectan como sociedad y a las “presencias complementarias”.
En un espectro más amplio, el disco se resume como un agradecimiento a la vida, “una celebración a la magia del universo y a los milagros cotidianos”, dice el autor. En los 13 temas se evidencia el juego de las nuevas tecnologías con los instrumentos ancestrales, como una propuesta sonora que fusiona además noise (experimentación de sonidos sin compás) hasta elementos de cumbia, música de marimba y sanjuanito.
En el disco ‘Memoria y profecía de doña Petita Pontón’ (2013) el único instrumento que utilizó fue su voz y los sonidos de su boca, a través del ‘beatboxing’ propio del hip hop, y en fusión con elementos de la música afroecuatoriana.
En ‘Kariño Universo’ (2016) dirigió su indagación a instrumentos de origen precolombino. Toca una flauta de caña andina (quena), microsilbatos de barro que producen sonidos de pájaros, uno representa a una Venus de la cultura Valdivia; otro, coronado por la cabeza de un guacamayo, es una reproducción de la cultura Bahía y un tercero tiene la forma de una cabeza de bebé.
La cabeza de una víbora de cerámica y un instrumento que emula el cuerpo de una zigzagueante serpiente, son otros dos de los instrumentos. “Tienen dos y tres cuerpos de resonancia, con lo que estoy tocando hasta tres silbatos a la vez. Estos están vinculados con sonidos de sanación y son usados en ceremonias de curaciones”, explica el músico.
Francisco Valdivieso, guayaquileño de 28 años, el verdadero nombre de Fabrikante, dice que su propuesta de “música orgánica” es una mezcla que bebe de todas sus influencias. El segundo disco surgió de experimentar con instrumentos autóctonos, que se siguen fabricando en el país, pero sobre los que existe desconocimiento.
“En toda América tenemos estos silbatos de barro. Los fui adquiriendo, pero no los aprendí a tocar realmente hasta que comencé a imitar el sonido de la naturaleza, el canto de las aves. Obtuve ayuda de los propios fabricantes, y ahora puedo tocar melodías con ellos”, dice Valdivieso.
La propuesta sigue siendo unipersonal, incluso en vivo el artista emplea instrumentos tecnológicos para grabar pasajes musicales a los que va agregando capas de instrumentos sobre las que luego agrega su voz, como lo hizo en una reciente presentación en la Universidad de las Artes (UArtes).
El músico dota a sus conciertos de un carácter ritual armando ante los espectadores una suerte de altar con elementos como la chuquiragua, la flor de los páramos, “un símbolo de la fortaleza de la belleza”.