Dos de los seis cuadros que se le atribuyen al artista zaragozano Francisco de Goya, y que se recogen en una exposición en la ciudad de Agen, al suroeste de Francia. Foto: EFE
Francisco de Goya no era el artista de carácter imposible y creador solitario que se ha pensado. Al contrario, tenía colaboradores en su taller a los que daba libertad creativa, y cuya huella aprecian algunos expertos en cuadros atribuidos hasta ahora al genio zaragozano.
Una exposición en la ciudad francesa de Agen que lleva por título ‘Goya, un genio de vanguardia‘ ha querido descubrir y dar valor a esas otras manos maestras que acompañaron al pintor aragonés.
El comisario de la muestra, Adrien Enfedaque, explica que su objetivo es “desmontar el mito romántico del autor y hacer entender al público su verdadero recorrido”.
Agen, a 140 kilómetros de la ciudad de Burdeos donde murió el artista, fue bendecida por la fortuna cuando a finales del siglo XIX su más ilustre vecino, el conde Damase de Chaudordy, adquirió seis cuadros de Goya, gracias a la amistad que le unía a Francisco Madrazo, director del Museo del Prado en ese momento.
El conde, que fue embajador francés en Madrid, tuvo “la lucidez de comprar cuadros de Goya en su momento y la elegancia y generosidad de regalarlos a la ciudad”, afirma el alcalde de Agen, Jean Dionis du Séjour.
Seis cuadros que, como muchos otros, han sido atribuidos a las manos de Goya durante más de dos siglos. Pero según las últimas investigaciones de la consejera científica de la exposición, Juliet Wilson-Bareau, podrían ser obra de alguno de sus asistentes.
Goya fundó un taller a finales del siglo XVIII con una clara visión comercial y de autopromoción. Allí se creaba, se innovaba y realizaban copias por encargo varios colaboradores del pintor, que hasta ahora han quedado silenciados, cuenta el comisario Enfedaque.
Vista de la muestra dedicada al artista zaragozano Francisco de Goya, y que se recogen en una exposición en la ciudad de Agen, al suroeste de Francia, bajo el nombre ‘Goya, genio de Vanguardia’. Foto: EFE
“Todos los grandes maestros tenían un taller con asistentes, desde Leonardo a Rubens o incluso Velázquez. La novedad es que nunca se ha estudiado el de Goya porque se pensaba que creaba en solitario”, comenta Wilson-Bareau, historiadora del arte que lleva estudiando al pintor desde 1954.
Para el aragonés, todas la obras que salían de su escuela eran ‘goyas’, todos los cuadros tenían su aprobación y también el mismo precio. Un hecho que se muestra en el inventario de 1812, realizado cuando falleció su mujer, Josefa Bayeu, en el que figuran tanto obras suyas, como otras que no lo son.
Tras toda una vida dedicada al pintor, Wilson-Bareau espera que “esta exposición anime a museos de todo el mundo a estudiar y analizar la obra de Goya”, ya que, de acuerdo con sus conclusiones, hay muchos cuadros que se creen que son suyos, pero realmente fueron realizados por su taller.
“Desde el siglo XIX ha habido problemas de atribución con muchas obras. En el siglo XX comenzaron los exámenes técnicos y ahora es el momento de seguir con los estudios con la ayuda de la tecnología“, afirma la experta.
Wilson-Bareau cobró gran notoriedad al negar la autoría de Goya del Coloso, una tesis que provocó una gran polémica en la comunidad científica en 2008.
Entre estas manos maestras que pintaron en el taller de Goya sobresalen dos: Asensio Juli, quien fue colaborador del maestro durante décadas; y Leonardo Alanza y Nieto, el discípulo “que mejor supo entender el estilo de Goya”, según Enfedaque.
Juli y Alanza no solo realizaban copias de cuadros del maestro, también incluían en ocasiones modificaciones y detalles diferentes dejando claro su estilo personal. Al igual que su maestro, el taller de Goya gozaba de una gran libertad artística.
La iglesia gótica de los jacobinos de Agen acoge desde este viernes 8 de noviembre del 2019 y hasta el 10 de febrero del 2020 cuadros, dibujos y grabados llegados desde Nueva York, Budapest, Berlín o Madrid, provenientes de colecciones privadas y museos, como El globo o La Mujer del Abanico y otras obras nunca antes expuestas al público.
Entre todas ellas, Wilson-Bareau reconoce que su favorita es la pareja que forman El afilador y La aguadera, dos figuras alegóricas que simbolizan a los defensores de Zaragoza contra las tropas napoleónicas.
“Zaragoza era su patria, no podía dejar de pensar en su ciudad y estos cuadros muestran una extraordinaria energía”, recuerda.
Al aragonés le interesaba trabajar las pasiones humanas, la vida cotidiana e intentaba ser lo más honesto posible a la hora de retratar a sus personajes: “Goya se caracteriza por su sinceridad en todo su recorrido artístico” concluye Enfedaque.