Alfredo Espinosa en la sala de su casa ubicada en el norte de Quito mientras hace una pausa entre los ensayos de su nueva obra de microteatro. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
En momentos en que las gratificaciones y reconocimientos están a la orden del día a escala mundial -estamos en plena temporada de entrega de Premios Nobel- Alfredo Espinosa reflexiona sobre la necesidad de recompensas que los seres humanos necesitamos a lo largo de la vida. Lo hace pensando, sobre todo, en su quehacer cotidiano, el de la actuación.
Meryl Streep ha dicho que la gratificación instantánea no llega lo suficientemente rápido.
Por el individualismo de la sociedad occidental pero, sobre todo, por la vertiente judeo cristiana hay unas lealtades que priman en las relaciones entre los seres humanos que son muy mal conducidas y una de esas es efectivamente la gratitud. Todo el mundo y, sobre todo, en sociedades como la nuestra donde la envidia es un motor social, la falsa lealtad a la gratitud es algo sorprendente. A pesar de hablar desde el star system coincido con Streep en que es muy difícil que llegue una gratificación, sobre todo si pensamos en lo material. Eso en este país no existe.
¿Entonces el peso de la gratificación por parte de los estados es nulo?
Si pensamos en el sector artístico, cero. Lo acabamos de ver en los 10 años del Gobierno anterior que quiso controlarlo todo, incluso la producción estética. Hubo artistas que se unieron a la causa pero que no produjeron absolutamente nada, porque si pensamos no hubo un arte 35 o arte País, donde uno pueda decir esto es fruto de un movimiento poderoso ideológico, artístico o político. Lo que vivimos fue una castración absoluta. No ha existido gratificación del Estado para los artistas en ningún nivel ni ahora ni antes.
¿En ese contexto, no bastan las medallas o los homenajes?
No, porque los homenajes son entre ellos. Entre los que pertenecen a determinadas argollas y grupos de poder.
En ‘El Padrino I’ Marlon Brando lanza esta famosa frase de que la venganza es un plato que se sirve bien frío, ¿hay gratificación en la espera?
Cuando has madurado. La juventud es una época de mucha ansiedad y de búsqueda de obtención de resultados muy rápidos. Cuando maduras entiendes que cada cosa tiene su tiempo y su ritmo y te das cuenta de que eres transitorio, así seas el protagonista de una revolución. La espera, de alguna manera, tiene un nivel de gratificación que está dada por sí misma. Cuando aprendes a esperar aprendes a ver las cosas de un modo diferente.
¿Qué perdemos en esta búsqueda incesante de recibir gratificaciones de forma constante?
En la medida en que las falsas lealtades, entre ellas las vinculadas a la gratitud, responden a un sistema de valores en el cual todo se ha relativizado, sobre todo, el concepto de la verdad como valor y como praxis, perdemos la posibilidad de crecer como personas.
De su experiencia en el teatro, ¿la gratificación está encaminada a ser vivida desde la individualidad?
El ser humano occidental está condenado a la individualidad. Todas sus posibilidades de este ejercicio de la gratificación están sometidas a una serie de controles como para que nada se le vaya de la mano al poder. No así en otras sociedades donde hay una naturaleza más comunitaria de la existencia, donde existe un sentido de gratitud hacia las cosas fundantes de la vida.
¿Se le ocurre una forma de gratificación colectiva?
Marcel Mauss, alumno de Lévi Strauss, planteó la Teoría del Don, que consiste en este ciclo del dar, recibir y devolver, que es el modo de pensamiento de muchos pueblos indígenas, donde se resume este concepto de la gratificación y que tiene que ver con ser grato con cosas básicas como la naturaleza que te rodea y que te permite estar vivo.
¿Cuáles son las gratificaciones más nocivas para la sociedad?
La autocomplacencia. La fragmentación en círculos de poder generalmente socioprofesionales. La gratificación debido a las falsas lealtades y la más nociva de todas, el autoengaño.
¿Por qué?
Hemos relativizado tanto la escala de valores que tenemos cientos de mecanismos discursivos para quitarle valor a algo tan poderoso como la verdad. Nos hemos vuelto capaces de generar fórmulas de verdad que son constructos discursivos muy fáciles de usar, todo para poner las cosas a nuestro favor y autogratificarnos.
¿Qué piensa de la gratificación que ofrecen las redes sociales?
Son absolutamente falaces. Te voy a dar un ejemplo a través de algo que una vez me dijo Pablo Aguirre. Cuando alguien pone en Facebook un anuncio del estreno de una obra de teatro la gente lee tres palabras, pone like y cree que ya fue a verla. Un poco así es como funciona la gratificación en las redes sociales.
El francés Alain Resnais decía que para él el rodaje de una película era su instante de mayor gratificación. ¿Cuál es ese momento en su mundo actoral?
Son los momentos en que he logrado detalles particulares en la construcción de un personaje, instantes que se convierten en un síntoma de que algo está naciendo, de que estoy creando algo nuevo, de que el personaje comienza a ser otro del que me imaginé. Para mí eso es lo más gratificante, es la recompensa más poderosa en el ámbito de lo individual. Ni siquiera el estreno de una obra me es tan grato como ese instante en el que descubro que un personaje nace.
¿Entonces para usted la creación es un momento de gratificación?
Sí, esos segundos o instantes del hecho creativo, que provocan una transformación absoluta de todo aquello que gira alrededor del trabajo artístico son los momentos más gratos. No te voy a decir que el aplauso, que los reconocimientos no son gratificantes, pero para mí pero lo más grato son esos instantes en que logras que se produzca un mundo nuevo.
¿Fue gratificante trabajar con el actor argentino Ricardo Darín en la cinta ‘La cordillera’?
No se trataba solo de Darín. En una escena lo tuve sentado a mi derecha, y a la izquierda a Daniel Giménez Cacho, que es una ‘bestia’ del cine mexicano. Los momentos del ejercicio actoral fueron inolvidables, pero más grata fue la relación con ellos. Descubrir el lado humano de estos dos monstruos de la actuación fue sin duda lo más gratificante. Cuando terminé mi escena con Darín recuerdo que todo quedó en silencio absoluto y de repente escucho aplausos y después una voz diciendo ¡qué presencia del petiso! Cuando regresé a ver descubrí que el que hablaba era Darín.
Fue parte de ‘Tocando fondo’, el cabaré político que se estrenó el año pasado. ¿Fue gratificante burlarse libremente del poder?
Sí y mucho, pero fue mucho más gratificante lo creado. El sketch que hicimos de la conversación de Carlos Pólit con José Serrano y el ‘Chiquito’ y esa traslación de la corrupción al referente de una película conformó un universo creativo hipergratificante. Creo que más gratificante que burlarse del poder fue poder hacerlo de una manera creativa e inteligente.
Ha sido parte de los sketch de EnchufeTV, ¿qué ha sido lo más gratificante de trabajar el humor negro?
Creo que es importante decir que este proyecto ha modificado la conciencia de toda una generación. A ellos se les debe el haber mostrado con mucha fuerza el discurso del respeto a la diversidad. Haber sido parte de la develación, a través de ese humor negro, de una serie de prejuicios de nuestra sociedad y todo hecho con un buen nivel de actuación. Ser parte de este proceso ha sido muy gratificante.
Parafraseando al músico uruguayo Jorge Drexler, ¿amar la trama más que el desenlace?
Los desenlaces pueden ser muy hermosos pero no necesariamente gratificantes. Como dice Drexler, efectivamente lo gratificante está en los procesos, los tejidos, la trama.