‘Ratas, ratones, rateros’ fue la ópera prima de Sebastián Cordero, con ella el cineasta ingresó en el género del realismo sucio. Su más reciente filme es ‘Europa Report’. Foto: Eduardo Terán / El Comercio.
Sebastián Cordero calcula que han pasado unos cinco años desde la última vez que vio ‘Ratas, ratones, rateros’ de principio a fin. Aún más lejano que eso están los 15 años desde que la película ecuatoriana se estrenó en el Festival de Venecia –en septiembre de 1999– antes de llegar a las salas de cine del país.
Como ánimas que recogen sus pasos –según la tradición popular SEnD el director ecuatoriano y los actores Marco Bustos y Carlos Valencia recorrieron tres de los lugares que sirvieron de locaciones para el rodaje de la cinta. Sitios en los que aún laten recuerdos de un proyecto que inspiró y dejó varias experiencias y lecciones a una industria aún en desarrollo.
En la exterminal terrestre Cumandá (centro de Quito), por ejemplo, el tiempo prácticamente ha borrado las huellas de un sitio que le perteneció a una ciudad de otra época.
La última vez que Cordero estuvo allí fue hace siete años, cuando grabó el video de la canción Condominio de cartón, con RoCola Bacalao. El trajín de los buses interprovinciales, los usuarios y los comerciantes han desaparecido y ahora el espacio se transformó en el Cumandá Parque Urbano, un moderno complejo recreativo y cultural.
Sin embargo, el director está casi seguro de que podría ir recitando de memoria cada plano de la película. El tiempo no ha hecho mella en los recuerdos que guarda del primer largometraje de una carrera que le ha valido al menos 10 premios y 13 nominaciones en distintos festivales internacionales.
Cuando llega a la av. 24 de Mayo, Cordero señala la puerta de un terreno donde se parqueó el carro en el que se filmó la escena del robo del tapacubos. “Fue algo que le pasó a un amigo”, dice Cordero refiriéndose a la colección de anécdotas que incorporó a un guión que se trabajó por más de un año.
Terminada la posproducción se imprimieron cinco copias (una para festivales) que circularon en las –entoncesSEnD novedosas multisalas de varios centros comerciales de Quito y Guayaquil y que finalmente convocaron a cerca de 135 000 espectadores en seis meses.
Para Cordero, la película se convirtió en un referente porque cambió en el público la expectativa que tenía sobre el cine ecuatoriano, lo cual incentivó a otros realizadores locales a llevar a cabo sus películas. Luego, esos proyectos empezaron a recibir más apoyo en el sistema internacional de coproducciones.
El proceso, apunta Cordero, ha madurado con la promulgación de la Ley de Cine y el sistema de incentivos por parte del Estado, que han impulsado el crecimiento cuantitativo del cine local.
Cordero ha mudado de piel en varias ocasiones pero en el fondo asegura que elementos como el realismo social –en sus diversas variantes– se han convertido en algo recurrente en sus filmes. Para él la historia está cerrada aunque no descarta retomar ciertos elementos o personajes sobre los cuales se puede volver la mirada para desarrollar otros proyectos.
Marco Bustos tenía 20 años cuando grabó ‘Ratas, ratones, rateros’. Una edad en la que el ímpetu de la juventud bastaba para resistir jornadas de más de 12 horas de trabajo. En el sector de Chimbacalle, el conjunto de viviendas donde se
rodaron los exteriores de la casa de Salvador permanece casi congelado en el tiempo.
El actor que interpretó al joven rebelde expulsado de un colegio militar hace un esfuerzo de memoria para recordar cuál de las edificaciones funcionó como su casa. Bustos explica que en ese angosto callejón -en la secuencia en la que Salvador sale corriendo atrás de su primo Ángel- se desata el conflicto de la historia.
Bustos destaca como una de las claves de la película la metamorfosis que lo convirtió en Salvador. Explica que el tiempo que se dedica a la construcción y apropiación de un personaje se refleja en la calidad de la interpretación.
Carlos Valencia coincide con él. A 15 años del estreno, el actor mantense se ha desprendido del personaje de Ángel sin problema, aunque asegura que el público aún no logra desprenderse de él.
Para el actor, la película refleja los contrastes del lenguaje, del pensamiento, de las costumbres, de las geografías que coexisten en un país. Elementos que confluyen en una historia y en unos personajes que aún siguen circulando como un referente del cine ecuatoriano.