Está canoso. -Pensé que sería más parlanchín, como buen manaba-. “La vida también me enseñó a controlar eso”. Carlos Valencia suelta una sonrisa de medio lado, que tiene tanto de niño travieso como de cómplice.
Se sienta y pide su encebollado con un paquete de chifles y una Sprite. No le gusta la cola negra. Desmenuza con sus manos los plátanos fritos y los mezcla. Puro pueblo. No había desayunado y él tenía que esperar hasta que lo llamaran a grabar.Mejor apurarse. Pero ni se inmuta. Se toma su tiempo entre pregunta y pregunta. Sencillo. Sin poses. De divo tiene tanto como de santo tenía su recordado Ángel, de la película ‘Ratas, ratones, rateros’.
El día de la entrevista coincide con su última jornada de trabajo en la novela ‘Mostro de amor’. Llegó temprano de Manta pero un inconveniente tiene retrasado su llamado. Eran las 10 de la mañana y estaba hambriento..
Un puesto de venta de encebollados en la ciudadela Adase (en el norte de Guayaquil) sirve para mantenerlo sentado en un solo sitio el tiempo suficiente para tratar de saber quién es.Era el tercer intento de encontrar un sitio en menos de 30 minutos. Y él se dice nómada.
Carlos Valencia es actor. Es cholo. Ni tan santo ni tan demonio. Habla como habla el pueblo. Come como come el pueblo. Por eso su personaje, la ‘Rata’ de la cinta de Sebastián Cordero pegó tanto. Porque la gente cree que él es Ángel.“Ese es el trabajo del actor. Es el método. Si la gente cree que eres tu personaje, es solo porque en ese momento lo eres. Si no logras hacerlo, no logras el efecto”, explica este manteño, menudo y un poco enjuto.
Con cada palabra arrastra una suerte de sabiduría ancestral. O tal vez la voz de la experiencia.
“El teatro es fácil verlo. Lo difícil es hacerlo”. Suelta la sentencia a propósito de tantos actores de televisión que prueban suerte en las tablas. “Si puedes hacer teatro, puedes hacer lo que quieras”, concluye.
Este manaba, hijo de don Ramón Valencia y doña Gloria Acosta, estaba destinado a ser médico. Ese era, al menos, el mandato paterno.El teatro mandó a archivar al Valencia médico en el baúl de lo que pudo ser. Tenía 18 años y un concurso colegial puso al Carlos Valencia actor sobre las tablas.
Se unió al grupo La Trinchera, de Manta, por siete años. De allí se cambió a Quito, para trabajar con el colectivo Malayerba.
“Yo nací en el teatro. No sé cómo terminaré. Por ahora me muevo entre el teatro, el cine y la televisión, no sé cómo hago”, explica entre risas.Roberspierre Vélez, cineasta manabita y colaborador de Valencia, reconoce que hay gente a quienes no les gusta el actor o que no reconocen su trabajo.
“Acá es así. Hay quienes piensan que su éxito fue un golpe de suerte. Pero verlo desarrollar y preparar un personaje te muestra por qué es tan reconocido”, explica Vélez, quien colaboró con la filmación de la cinta ‘Pescador’, otro trabajo de Cordero en el que participa Valencia.
Pero si hay un punto de quiebre en la carrera profesional de Carlos Valencia, ese fue su primera colaboración con Cordero: ‘Ratas, ratones, rateros’.
De eso, el manaba está plenamente consciente.
“Fue un quiebre. Tal vez en muchos años la gente no me recuerde. Pero seguro recordará que con ‘Ratas’ se hizo un cambio en la historia del cine ecuatoriano”, señala Valencia.
Su papel de Ángel fue premiado a escala internacional. Y le abrió las puertas a obras de teatro, películas, y series de televisión, como Los HP o el detective Smith Weisson Zambrano.
“Esas series eran chéveres. No sé qué pasó y salieron del aire. Yo creo que hay un avance en la producción nacional, pero nos repetimos en esquemas y tal vez ahí está la falla. Los contenidos también son importantes. En eso estamos dejando mucho que desear”, indica.
Luego de su papel en ‘Mostro’, participará en el corto ‘Ciudad de la codicia’, del realizador manabita Felipe León. Eso, además de mantener el grupo cultural Palo Santo, en la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí, junto a su amigo y también actor Raymundo Zambrano.
“La gente lo ha encasillado con su papel de ‘Ratas’, pero es una idea errónea. Él es mucho más que eso. Lo he visto en Malayerba haciendo grandes papeles”, opina Zambrano.
“Tal vez, y lo digo no como crítica, él no ha sabido aprovechar los momentos grandes que ha tenido, sobre todo en el cine. Pero es un gran ser humano, muy sensible. Lo aprecio muchísimo”, añade el personaje.
Sea como maloso o como héroe criollo, Carlos Valencia está marcado por sus actuaciones. Termina su encebollado. Vuelve a soltar su risa de medio lado. Mientras se marcha, recupera las partes de todos los hombres que moran dentro de él.
Conocerlo en persona a Valencia es tal cual. Comenzó en Malayerba, experimental.
Se ha metido en problemas por hablar demasiado, una de las características de los manabas es hablar y hablar, el teatro me ha ayudado a corregir eso. -¿Lo han decepcionado? “Hasta ahora no. Hubo dificultades.
Se recurre a fórmulas conocidas, a franquicias, por eso Valencia cree que se debe dar un paso para tratar de que los contenidos o las propuestas a nivel de temáticas sean mucho más apegadas a la realidad de la gente.
Pone como ejemplo ‘El Cholito’, ‘La Taxista’, ‘El Licenciado Cardoso’, que son fórmulas conocidas, que se sabe cómo la gente va a reaccionar
Hay diferencias abismales entre Quito y Guayaquil, entre la Costa y la Sierra. También hay en las propuestas que se hacen que son muy localistas como para un determinado público.
La televisión funciona también así para calificar o ver el rating del programa y tomas en cuenta Quito y Guayaquil como si el resto del país no existiera.
Termina ‘Mostro’ y se embarca en un corto. No dice nada más. “Cuando lo veas te enteras”.
¿Cuántas películas ha hecho? Algunas, responde el actor manabita. Por ahí suelta un nombre, el más fácil de recordar tal vez: “Ratas..pero también estuvo en ‘Johny the movie’, ‘Entre Marx y una mujer desnuda’ y otros.