Igor, un pastor alemán adiestrado en la detención de droga, encontró el 11 de diciembre del 2020 más de 400 kilos de cocaína, ocultos en un camión con papas. Foto: Sara Ortiz / EL COMERCIO
Igor subió a la zona de carga de un camión. Movía la cola mientras olfateaba cada rincón. Detectó un olor particular que emanaba desde un compartimiento en el techo del vehículo y su reacción fue ladrar.
Se sienta y se queda inmóvil hasta que su guía le entrega su juguete favorito: una pelota de látex. Esta es señal de haber hallado droga.
El viernes 11 de diciembre del 2020, Igor, un pastor alemán, recreó el procedimiento policial que siguió para detectar 471 kilos de clorhidrato de cocaína.
Los bloques con droga iban dentro de un camión que además transportaba quintales de papas, que fueron cargados en Tulcán, en Carchi.
Según Byron Ramos, jefe Antinarcóticos de Pichincha, la mercadería tenía como destino la Costa y desde allí sería enviada a Estados Unidos o Europa, “presumiblemente vía marítima”.
El plan fue frustrado en un control en el sector de Guayllabamba, al norte de Quito, en donde Igor se encontraba de turno la madrugada del 11 de diciembre del 2020.
El trabajo que realizan los canes antidrogas es parte “fundamental” en el combate a las mafias de las drogas, dice Erick Benítez, subdirector de investigaciones de la Policía Antinarcóticos.
“El objetivo de las mafias es esconder lo mejor posible la droga y el objetivo de nuestros perros es olerlas a metros de distancia”.
El sentido del olfato es la principal cualidad de estos animales.
El ser humano tiene cinco millones de células olfativas, mientras que el perro posee alrededor de 250 millones.
Gracias al olfato, este año los canes han ayudado a detectar 24 de las 119,5 toneladas de drogas incautadas hasta este sábado 12 de diciembre del 2020.
En el país hay 120 canes adiestrados en detección de drogas.
Según Benítez, se trata de una cifra menor a lo óptimo, pues se necesitan mínimo 190 en todo el país.
Las dos razas más usadas para esta tarea son el pastor belga malinois y el pastor alemán.
Al igual que Igor, los perros de esta raza son estables, amigables, alertas, trabajadores y juguetones.
Esta última característica es importante para la función de detección de estupefacientes y narcóticos.
Poseen un cuerpo musculoso y mandíbulas potentes.
Los machos pueden llegar a medir hasta 65 cm de alto y pesar unos 40 kg.
Tienen un pelaje lanudo y pueden ser de color canela, rojizos, café, gris y negro.
Los canes trabajan en diferentes Unidades Caninas Antidrogas ubicadas en Carchi, Imbabura, Sucumbíos, Esmeraldas, Manabí, El Oro, Pichincha y Guayas.
“Hay dos tipos de perros: los agresivos y los pasivos. A los primeros se les capacita para destruir el objeto donde está oculta la droga. Los otros son pasivos y cuando encuentran el narcótico se sientan”, indica Benítez.
También dice que “es un mito” que a los animales se les vuelva adictos a la sustancia.
Para que un perro se convierta en detector de droga necesita un mes de formación en el Centro Regional de Adiestramiento Canino (CRAC) y otros cuatro meses para acoplarse con su guía.
Sin embargo, hay perros que han sido donados y que han llegado ya adiestrados desde otros países.
En ese caso, solo necesita formar una pareja con su guía, con quien trabajará un promedio de seis a siete años antes de ser retirado y donado a familias.
En este año, el CRAC ha recibido cuatro canes adiestrados antinarcóticos por parte de la Embajada de Francia y en las próximas semanas se espera la incorporación de 15 perros más donados por la Embajada de los Estados Unidos.
Para finalizar el año, la Dirección Antinarcóticos espera reforzar los controles con estos compañeros peludos.