La ginecóloga Sandra Collantes recibe a una paciente en el H. Pablo Arturo Suárez. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO
Hace 20 años, ginecólogos como Jaime Mosquera no podían realizar una ligadura a una mujer sin el consentimiento de su pareja. Tampoco la practicaban si ella no tenía hijos o al menos 28 años. Hoy, la tendencia ha cambiado. Las mujeres –cada vez más jóvenes– piden que les practiquen la cirugía sin importar su edad, número de hijos o estado civil.
La ligadura es un método anticonceptivo que consiste en el bloqueo o corte de las trompas de Falopio. Estas conectan los ovarios con el útero y son el camino de los espermatozoides hasta el óvulo en la fecundación.
La mayoría de los procedimientos se realiza en pacientes de entre 30 y 39 años. De un total de 66 725 ligaduras practicadas entre el 2013 y 2017, se calcula que el 57%, es decir 38 057, se hizo en mujeres en este rango de edad. Así se observa en las cifras nacionales proporcionadas por el Ministerio de Salud.
Claudia Zambrano está en ese grupo. Ella tiene 30 años y decidió someterse a una ligadura hace cuatro meses. Lo hizo porque no desea tener más hijos. Su situación económica y el estar separada del padre de sus niños son los factores que la impulsaron a tomar las riendas de su salud reproductiva.
Su cirugía no representó inconvenientes, ya que se la practicó tras la cesárea de su segundo hijo. Es más, solo necesitó conversar con su ginecólogo para acceder a esta.
La cirugía poscesárea es común. Además, están las que se hacen luego de un parto normal y la laparoscópica.
Mosquera recomienda la última, pues es menos invasiva. Otras ventajas son la reducción en el tiempo de la cirugía -de 45 a 30 minutos-, en la recuperación y también en los costos. En lo estético, facilita la cicatrización de la herida.
En el país hay 129 hospitales públicos adscritos al Ministerio de Salud, en donde se oferta esta práctica anticonceptiva.
Un ejemplo es el Hospital Gíneco-Obstétrico Luz Elena Arismendy, en el sector de Nueva Aurora, en el extremo sur de Quito. Acogió a Nancy Unaucho, de 40 años. La mujer tiene tres hijos de: 19, 15 y 12.
Al igual que Zambrano, esta ama de casa decidió ligarse ya que tres es el número de hijos que podrá educar junto con su marido. Además, relata que los otros métodos anticonceptivos no le favorecieron.
La T de cobre le provocaba hemorragia. Las pastillas y las inyecciones le generaban mareos e hinchazones en todo el cuerpo. El implante también detuvo su período menstrual.
Aunque lo conversó con su esposo, ella tomó la decisión de forma personal. La idea -recuerda- era que uno de los dos se sometiera a una esterilización. Pero él no aceptó.
“Tuvo miedo. Por lo que preferí ser yo quien se someta a la cirugía, para sentirme más segura y no quedar embarazada”.
Si se analizan los casos de Zambrano y de Unaucho, se puede considerar que son dos mujeres con una ‘paridad satisfecha’, como dicen los ginecólogos. Es decir, tienen dos y tres hijos, respectivamente.
Esa es una de las recomendaciones del ginecólogo Diego Villacís. Él labora en el Luz Elena Arismendy y explica a sus pacientes los beneficios y riesgos del procedimiento, en especial, a mujeres jóvenes menores de 30 años. A ellas generalmente se les deriva a exámenes psicológicos para evaluar su decisión.
En el país se hicieron 18 792 cirugías a chicas de 20 a 29 años, del 2013 al 2017 (es la segunda cifra más alta, 28% del total). Antes, esto no era común, como lo mencionó Mosquera. El pico más alto se registró el año anterior, con 4 962 ligaduras. La cifra es el doble de lo registrado en 2013: 2 492.
Esta cirugía sí puede revertirse, pero no es fácil. Hay mujeres -dice Mosquera- que se arrepienten de haberse esterilizado y buscan la recanalización: unir las trompas de Falopio para el paso del esperma.
Su efectividad no es alta. Seis de cada 10 mujeres se embarazan. Otras no lo logran. Él ha tenido varios casos. Una paciente, de 45 años, se embarazó.
Esa suerte no la tuvo una mujer de 28 años, quien no pudo concebir. Deben optar por métodos de fertilidad asistida, como la fecundación in vitro.
Aunque las cifras muestren lo contrario, la esterilización no es una decisión solo en manos de la mujer. El hombre también puede optar por ella.
Se conoce como vasectomía al bloqueo de los conductos deferentes, que transportan el esperma. Esta intervención es menos compleja que la ligadura, reconoce el urólogo Lenín Moreno Fierro, del Vozandes.
Un hombre que quiere acceder a ella puede operarse con anestesia local. Incluso los costos son menores. El precio de una vasectomía es de USD 231,88. Mientras que una ligadura alcanza los USD 794,83. Es decir, es tres veces mayor.
En los últimos cinco años se practicaron 1 259 cirugías a hombres. Esto representa un 2% de un total de 67 984 esterilizaciones (ligaduras y vasectomías), según datos de Salud.
Esta realidad se conecta con lo que pasa en el mundo. En los países en desarrollo se refleja que el 1,9% de hombres opta por la vasectomía. En contraposición, el 20,6% de mujeres se liga. La brecha se reduce en países desarrollados. 5,2% de vasectomías frente a 8,4% de ligaduras, según un informe de Naciones Unidas sobre métodos de anticoncepción.
Virginia Gómez de la Torre es una médica y defensora de la salud sexual y reproductiva de las mujeres; que es uno de
los temas que se analiza en el Código Orgánico de Salud, cuyo informe para segundo debate trabaja una comisión.
A las mujeres hacerse una ligadura les proporciona seguridad total, comenta. Así no deben confiar en que sus parejas sean quienes “se cuiden”. El procedimiento las libera de tomar pastillas o aplicarse inyecciones y recordar fechas, etc.