En la calle Derby (foto), en la Giovanny Calles y en la E se asientan nuevos negocios, desde la apertura del hospital. Foto: Vicente Costales / El Comercio
Todo cambió. Pasó de ser un terreno boscoso, rodeado de vías en mal estado, y se convirtió en un imán para los negocios, una zona de emprendimientos, un espacio donde la gente de la comunidad pudo encontrar empleo.
Para los moradores de Calderón, una parroquia rural ubicada al norte de Quito, donde viven 152 000 personas, el nuevo hospital -inaugurado el 16 de julio- significa ya no tener que viajar una hora y media hasta el Hospital Pablo Arturo Suárez, en Cotocollao, en caso de una emergencia. Representa la posibilidad de trabajar cerca de casa, de ahorrar en pasajes, de pasar más tiempo junto a su familia.
Por eso, cuando Jessica Estévez habla de su empleo en el Hospital de Calderón, lo califica de bendición. A sus 32 años es licenciada en Enfermería y vive cerca a las piscinas del sindicato de la parroquia. Empezó a trabajar en la casa de salud el 1 de julio. Dejó allí su carpeta luego de que una de sus vecinas le recomendara hacerlo. Hoy, las dos laboran allí, a un par de cuadras de sus casas, al igual que 12 personas de su barrio.
Antes trabajaba en una clínica en la av. Mariana de Jesús, ganaba USD 400 menos de lo que recibe hoy y para llegar debía tomar tres unidades de transporte, lo que incluía un taxi. Al día gastaba USD 7 . Ahora, las dos horas de viaje se reemplazaron por 10 minutos de caminata, lo que le deja más tiempo para compartir con sus hijos.
Algo similar le ocurre a Rosario Morocho, de 21 años, quien vive en Collas y se encarga de la limpieza de la casa de salud. Ir al centro de Quito, a su anterior empleo, le tomaba dos horas con 40 minutos, hoy llega a su trabajo en 25. Siete personas de su barrio laboran allí.
Desde la apertura del lugar hasta el mes pasado, el hospital había contratado 123 personas para el área administrativa y 447 médicos, especialistas, enfermeras y auxiliares. De ellos, el 50% son residentes de las parroquias de Calderón, Llano Chico y Guayllabamba.
Para Andrés Sotomayor, gerente del Hospital, la reactivación de la economía empezó incluso antes de abierta la casa de salud, con la construcción y la adquisición de materiales. En el momento, el hospital está comprobando los estándares de calidad para estar operativo al 100% en el 2016. Una vez que se lo haga, se contará con 1 000 personas laborando allí.
Para tener una idea, de las 139 personas que trabajan en limpieza, 130 son habitantes de sectores aledaños. De las 10 que prestan el servicio de alimentación, seis viven en la zona. Además, 38 moradores del sector colaboran en el servicio de seguridad, al igual que el 75% de las personas que trabajan como camilleros.
Pero los beneficios para la gente no se limitan a quienes trabajan allí. El nuevo hospital es una especie de imán que atrajo negocios y dinamizó la economía en la parroquia.
Basta caminar un par de cuadras por las calles Derby y Giovanny Calles para constatarlo.
La construcción de la casa de salud tomó cerca de tres años. Antes de eso, el terreno era una especie de parque que pocos utilizaban y que resultaba peligroso debido a la poca afluencia de gente y a la falta de iluminación. Solo había tres locales. Hoy funcionan 60, y la cifra va en aumento. Tres casas realizan construcciones en la parte delantera de las viviendas con el fin de rentarlas y obtener un ingreso extra.
En los 550 m que rodean el hospital, se han abierto locales de venta de comida, tiendas y peluquerías. Además, comercios de venta de pijamas y de implementos médicos, farmacias y cabinas de internet. Pero sin duda, lo que más abundan son los restaurantes: hay 25. Uno de ellos es El Tendal.
Abrió sus puertas un año antes de la apertura del hospital. Lo hizo pensando a futuro. Néstor Moreno, de 25 años, es el jefe de cocina y dice que en un inicio atendían a 25 personas al día, hoy reciben un promedio de 160. Venden desayunos, almuerzos y platos a la carta. Cuando ellos llegaron a la zona había un solo restaurante, hoy la competencia es fuerte, pero hay clientes para todos. Él vive en el sur de Quito y todos los días se cruza la ciudad.
Incluso hay quienes se animaron a rentar un terreno y colocar allí una carpa. Ese es el caso de Angélica Maygua. Ella llegó apenas hace tres semanas y vende todo tipo de jugos naturales.
Se está abriendo mercado, pero no le va mal, dice. A pesar de la competencia vende hasta 30 unidades al día. Paga USD 80 al mes por un espacio de 3×3 metros. No tiene agua, por lo que debe llevar un balde para lavar las frutas y los platos. A unos 100 m junto a ella se están terminando de levantar dos locales más. Su dueño es Luis Tulcán y se animó a construir al ver la proliferación de negocios. Invirtió USD 20 000 y rentará cada uno en USD 400.
El único pedido de la comunidad es mayor seguridad para evitar robos. Ni siquiera la movilidad les inquieta, ya que al estar la puerta principal del hospital en una calle secundaria, no genera tráfico.