18 adultos mayores que viven en la Casa Hogar Santa Catalina Labouré se registraron para el plan piloto de voto en geriátricos. Foto: Galo Paguay/EL COMERCIO
La política y la acción social han sido el centro de la vida de Rosario Barahona. Nunca se perdió una elección y el revuelo que se armó ayer en la Casa Hogar Santa Catalina Labouré, en el centro de Quito, le hizo volver a sentir la emoción de las campañas de antaño.
Ayer, 31 de marzo de 2017, dos juntas receptoras del voto móviles se instalaron en los pasillos del lugar, para recibir el voto de los 18 adultos mayores que se empadronaron para el plan piloto del Sufragio con igualdad, en instituciones geriátricas.
Barahona no tuvo a la mano su cédula y se quedó con ganas de sufragar, pero se sintió contenta al ver a sus compañeros salir alegres con certificado de votación en mano.
La mujer de 77 años vive desde hace uno en el Santa Catalina Labouré, después de que se cerró la guardería en la que ayudó a formar a 70 ‘hijos’ y después de la muerte del recordado Padre Carollo, de la comunidad de Solanda. Allí la llamaban Mama Charito.
Lo de ayer le recordaba cómo su “tremenda jorga” hacía “horrores” para favorecer a sus candidatos, en su juventud. “Salíamos a la medianoche a ver qué propaganda han puesto los otros y nosotros llevábamos el balde de engrudo y pegábamos encima la nuestra”.
Cada vez que se iniciaba una campaña política, su grupo se organizaba. “Nosotros espiábamos por ahí y salíamos de las casas para hacer diabluras. Cuando nos pescaban, oiga, ¡qué broncas que se armaban!”.
Barahona hacía su relato mientras sus compañeros votaban en una de las jornadas adelantadas previstas en el calendario electoral.
Algunos electores tenían dificultades para moverse o para ver, pero el equipo técnico del hogar estuvo allí para asistirles. La psicóloga Cecilia Toapanta y la nutricionista Verónica Salazar les ayudaban, por ejemplo, a encontrar el renglón en donde debían dejar su firma o doblar su papeleta y ponerla en una funda sellada antes de ponerla en la urna.
Medardo Toro, de 69 años, vive en la casa hogar desde hace siete meses. Ayer ayudaba al personal del lugar para agrupar a sus compañeros. El daño que sufre en su aorta no le impide ser atento y servicial con ellos. Cuenta que, además, es el encargado de una huerta en la parte trasera de la casa. La estancia en el lugar le ha devuelto las ganas de vivir que perdió cuando murió su esposa hace 13 años, luego de 35 años de matrimonio.
Don Medardo ya votó en la primera vuelta dentrode la casa hogar. Y le emocionó volver a las urnas luego de más de dos décadas viviendo entre Estados Unidos, España y Argentina. Nunca se empadronó para votar en el extranjero, aunque siempre le ha gustado la política. Antes de radicarse en el exterior, se graduó de administrador de empresas, fue funcionario público y trabajó en campañas políticas para autoridades locales de la extinta Concentración de Fuerzas Populares (CFP).
Desde entonces, el país ha cambiado mucho, pero aún así le alegró ser parte de un proceso del que estaría excluido si no fuera por la iniciativa.
Ana Marcela Paredes, miembro del Consejo Nacional Electoral, explica que el piloto es una extensión del programa de Voto en casa y la idea es elevarlo a política pública.
Es un proyecto que resaltan observadores internacionales como Leonel Fernández, jefe de la misión de la Organización de Estados Americanos. El expresidente de República Dominicana calificó al tema como un gesto “hermoso” que permite una participación electoral incluyente. “En América Latina debería extenderse esta experiencia ecuatoriana”.
De las 883 personas registradas para el Voto en casa, unas 60 están en el piloto de voto en geriátricos. Ayer, también participaron residentes del hogar Corazón de María, en el norte.
Del total de empadronados para este proyecto, 776 personas sufragaron en la primera vuelta, según el consejero Mauricio Tayupanta. 45 fallecieron entre que se elaboró el registro y la jornada electoral, tres no pudieron votar porque no tuvieron cédula y 69 no sufragaron por temas de salud o porque prefirieron no hacerlo.
La brigada del Voto en casa salió ayer desde la Delegación Provincial de Pichincha hacia distintos puntos. Una parada fue en una casa rentada en el sector de El Tejar. Allí estaba Sara Montenegro, quien pudo votar por primera vez en 10 años y se sintió feliz por la oportunidad de hacerlo.
Una cirugía por un tumor en la columna le impidió volver a caminar, pero valora el hecho de que esa lesión y la pérdida de uno de sus ojos no eliminen su derecho a decidir.
Doña Sara, don Medardo y Mama Charito comparten la ilusión de ser parte de un hecho en el que se juega el futuro del país. El ambiente ha cambiado desde sus años mozos, cuando conservadores y liberales discutían sobre la política y la economía de la patria.
Para ellos, lo importante es tener el chance de participar. Aunque no pudo votar, Mama Charito espera ansiosa la visita de sus sobrinos, con quienes vivió durante varios años, o de sus ‘hijos’ de la guardería, ahora adultos con familia, para contarles que también vivió una jornada electoral.