Al menos unos 50 cubanos acampan en el parque La Carolina, pues esperan visas humanitarias y llegar a EE.UU. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Pequeñas embarcaciones de madera ingresan por las noches a Nuevo Rocafuerte. Esta pequeña parroquia del cantón Aguarico, ubicado a orillas del río Napo, en Orellana, se ha convertido en los últimos seis meses en un puerto de ingreso para extranjeros cubanos, haitianos, senegaleses y congoleses. Todos son migrantes indocumentados en busca de un solo objetivo: llegar a los Estados Unidos (EE.UU.).
Hasta hace seis meses, los únicos extranjeros que visitaban este poblado eran europeos o estadounidenses que se aventuraban en la reserva del Yasuní. Pero a partir del 1 de diciembre del 2015, cuando la Cancillería ecuatoriana exigió la visa para los isleños, en Nuevo Rocafuerte se detecta el ingreso de al menos ocho extranjeros cada semana. Así lo confirma Ronny Cox, teniente político del cantón Aguarico.
Datos de esa jefatura política detallan que entre el 11 de abril al 19 de junio fueron detenidos 72 migrantes indocumentados. Y entre diciembre del 2015 y enero de este año se reportaron otros 77 extranjeros sin visas. En total, hay registros de 149 extranjeros sin papeles.
“Creemos que al menos el doble logra pasar en la madrugada evadiendo a la Armada o a la Policía Nacional”, dice Cox.
A pesar de esos controles permanentes, Xavier Villacís, jefe encargado de la Policía de Nuevo Rocafuerte, asegura que el río Napo es muy penetrable pues tiene una extensión de 400 metros de ancho. Sus orillas están rodeadas de selva en donde también se ha detectado a más migrantes.
Este nuevo fenómeno migratorio ya ha sido advertido a las autoridades nacionales e incluso se ha informado a la Policía de Perú. A través de investigaciones han determinado que todas las embarcaciones que trasladan a los cubanos zarpan de Cabo Pantoja, la última población del vecino país.
Video: Cubanos piden la visa humanitaria para llegar a EE.UU.
La política migratoria del Ecuador ha variado desde el 2008 cuando el Gobierno liberó las fronteras y eliminó el visado. Para el año pasado, Migración registró el ingreso más alto de cubanos en los últimos cinco años: 73 475. De ellos 47 565 registraron su salida. Del resto no se sabe nada.
Para Xavier Solís, del Comité de Derechos Humanos en El Coca, este año el fenómeno ha cambiado y se da un aumento de rutas por el río Napo.
La travesía que hacen los isleños hacia Nuevo Rocafuerte demora cinco meses, desde que parten de La Habana. A la salida ya cancelan USD 5 000 a las personas que les ‘ayudan’ con el traslado.
Su primera parada es Georgetown, la capital de Guayana, en la costa norte de América Latina. Desde ese punto, el viaje se hace por tierra hasta llegar a las ciudades brasileñas de Boa Vista, al norte, y a Manaos, en el corazón de la selva amazónica (ver mapa).
El viaje desde Brasil a Perú demora un mes, pero para María Elena, una cubana de 46 años, ese trayecto fue particularmente largo y peligroso.
“Nos robaron, nos dispararon e incluso a las mujeres intentaron violarlas”, asegura.
Ella viajó con un grupo de 13 personas, pero en el camino se extraviaron y sin querer ingresaron a Colombia. Fueron privados de la libertad por grupos armados de ese país.
Otra cubana, Yuseidy, de 39 años, confirma ese episodio y dice que permanecieron dos semanas cautivas en un poblado cerca de Tarapacá, cerca de la triple frontera entre Colombia, Brasil y Perú.
Cuando fueron liberadas, el grupo reanudó el viaje hacia Nuevo Rocafuerte por el río Amazonas y Napo, un recorrido que les tomó tres semanas con paradas para descansar en pequeños caseríos. María Elena y su grupo llegaron a inicio de este mes a Ecuador. Otros fueron detenidos días antes. Entre todos sumaron 30 cubanos, quienes estuvieron detenidos en El Coca.
Allí, un juez ordenó su deportación, pero en la última audiencia les permitió seguir su camino hacia Quito, en donde pedirían visas humanitarias a la Embajada de México.
“Ya no queremos aventurar nos por las selvas de Centroamérica”, dice René, un médico de 31 años. Él ahora está dos semanas varado en Quito, junto con al menos unos 50 compatriotas entre niños, mujeres y adultos mayores. Unos entraron en avión, pero se les terminaron los 90 días de turismo y otros lo hicieron por la selva.
Por ahora acampan en el parque La Carolina, en el norte de Quito. Duermen en colchones y carpas donadas. Por las noches soportan el frío. Es un campamento improvisado al que se suman más migrantes. Sus maletas siguen empacadas para cuando reanuden el viaje.