Los niños pasaron toda la mañana, acompañados por jóvenes, que les entretuvieron con actividades lúdicas. EL COMERCIO
Armar rompecabezas, jugar fútbol o al florón y escuchar música andina son algunas de las actividades que un grupo de voluntarios realiza junto a 20 niños que vinieron a Quito con sus comunidades indígenas. Estas actividades lúdicas se desarrollan en el coliseo de la Politécnica Salesiana, en el centro norte de la capital, mientras sus padres forman parte de las marchas convocadas en contra de las medidas económicas del gobierno de Lenín Moreno.
Este grupo es liderado por Gino Grondona y se completa con tres psicólogos más y seis estudiantes de Psicología de la U. Salesiana, quienes prestan ayuda a los pueblos indígenas que llegaron desde Cotacachi, Saquisilí, San Juan de Romerillos, Quilotoa, Pedro Moncayo, Pujilí, Tabacundo, Cayambe, Toacazo, Carabuela, entre otros.
“Esta labor cuenta con el apoyo de dos técnicos de la Unicef, quienes nos apoyaron con material didáctico. Miembros de la Secretaría de Protección de la Infancia hacen rondas continuas, para verificar si se pueden presentar casos de maltrato”, añade Grondona.
Los voluntarios se dividieron las tareas, unos trabajan en la logística, organizando donaciones, en improvisadas bodegas; otros jugando con los niños. Foto: EL COMERCIO
Pasado el mediodía, a ese grupo de niños se sumaron 35 infantes más, quienes la noche del martes 8 de octubre de 2019 durmieron en la Universidad Católica de Quito. Debido a que aquel centro de educación superior no cuenta con el espacio suficiente para realizar estas actividades, ellos fueron trasladados hacia la Salesiana.
“Les convencimos de que no lleven a los niños a las protestas, que nos dejen a cargo para que no sufran con el gas lacrimógeno ni con las piedras”, señala Mónica Ruiz, comunicadora de la Salesiana, quien añade que tras la represión en el parque de El Arbolito, sus padres les dijeron a los niños que caminen hasta su centro de estudios, para alejarse del peligro. “Fue impresionante verlos llegar aquí solos y en la noche, pese a que en el ambiente se respiraba aún gas lacrimógeno. Nos dijeron que estuvieron preguntando hasta llegar”, recuerda.
Las actividades lúdicas como juegos, dibujos, colorear imágenes, ejercicios de motricidad, lectura de cuentos, entre otros, se desarrollan en el coliseo salesiano. Además les brindan una golosina. “Los guaguas llegaron asustados a Quito por el camino que tuvieron que recorrer, durante varias horas. Además de lo que vivieron en El Arbolito”, añade Grondona.
Los voluntarios organizan las donaciones. Foto: EL COMERCIO
La noche del martes 8 de octubre, la Salesiana fue el albergue de 4 000 indígenas, que descansaron allá, luego de ser desalojados del parque de El Arbolito. En este centro de educación superior hay 100 personas que ayudan en tareas de limpieza, como asistentes de cocina y en logística.
El Auditorio Padre Silvio Broseghini se utiliza como una de las cuatro bodegas improvisadas, en donde se han almacenado los donativos que han llegado para los indígenas, como víveres, pañales desechables, agua, esparadrapo, vendas, alimentos no perecibles, enlatados entre otros.
Uno de los corredores de la universidad se transformó también en una cocina, en donde se preparan los alimentos para los indígenas y sus hijos.