El artista cuencano Pablo Cardoso en Saladentro, donde se exhibe su obra. Foto: Xavier Caivinagua / para El Comercio
En el libro ‘Un metro de bosque’, el biólogo estadounidense David George Haskell registró las transformaciones y fenómenos -grandes y pequeños- que se suscitaron durante un año en 1 m² de un bosque de Los Apalaches.
Inspirado en el diario de observaciones de Haskell, el artista cuencano Pablo Cardoso produjo ‘Mandala’, una serie que presentó en el 2017, en la galería Dpm de Guayaquil.
Para armar esta especie de diario pictórico se propuso anotar los matices, colores y formas que, de alguna manera, reflejaran lo que más había llamado su atención de lo ocurrido a su alrededor durante el día. El resultado de aquel ejercicio de observación fue una serie de cuadros de mediano formato, donde aparecieron desde bodegones hasta días de intenso sol y fuertes vientos.
Esa pulsión por observar y registrar se convirtió en un ritual cotidiano desde diciembre del año pasado. Por esas fechas comenzó a dar forma a ‘Llueve afuera’, una exposición que se exhibe en el espacio Saladentro.
Para este nuevo ejercicio de observación y registro que duró 365 días, aludiendo al tiempo que emplea la Tierra en dar la vuelta al Sol, convirtió a una cámara Gopro en su nuevo diario de anotaciones digitales. Con ayuda de esta cámara, el artista fue armando una bitácora poblada de imágenes que dan cuenta de sus emociones y su espacio familiar, pero también del paisaje de su ciudad. Imágenes que, luego de una selección semanal, han pasado al lienzo y se han convertido en una serie de cuadros de pequeño formato.
Apocas días de completar este viaje de observación, en medio de la esfera pública y la privada, los cuadros que se exhiben en Saladentro pueden ser leídos como pequeños fragmentos de la vida un artista que invita al público a la sala de la su casa para mirar su álbum familiar. Uno que da cuenta de sus miedos, incertidumbres y frustraciones pero también de sus instantes de dicha, deseos y anhelos.
Ahí está la imagen del espagueti que dejó su hijo a medio comer, los fotogramas de películas, los paisajes urbanos, entre ellos los de edificios y parajes deshabitados, u obras de artistas como El Bosco, Gauguin o Eduardo Sola Franco. De este último reprodujo una copia de una foto de un dibujo titulado ‘Infinita tristeza’.
Entre las imágenes seleccionadas, cada una incluye la fecha no en la que fue pintado el cuadro sino en la que fue tomada la fotografía. Aparecen muy pocas personas y, cuando lo hacen, están aisladas en medio de sombras y claroscuros. Al respecto, el artista sostiene que ha descubierto que le resultan más interesantes las imágenes crípticas. Esas que interpelan a la persona que se para frente a uno de sus cuadros.
A criterio de Cristóbal Zapata, ‘Llueve afuera’ muestra que Cardoso es un artista ritual, cíclico, de largos períodos narrativos y de lentas fases de gestación, “donde reitera su vocación narrativa, su necesidad por contar momentos y escenas de su trajín cotidiano y su motivación autobiográfica”.
En este ejercicio se ha preocupado por mostrar, como si fuera un arqueólogo de su propia vida, los restos de los momentos que llamaron su atención, en medio de su permanente estado de observación.