Los miembros de la nacionalidad basaron sus nombres nativos en la naturaleza y habilidades de la persona. El nombre mestizo se relaciona con personajes bíblicos. Fotos: Diana Delgado para EL COMERCIO
Los tsáchilas tienen dos nombres. Uno que le otorgó la comunidad por sus habilidades y semejanzas con la naturaleza. Otro, de origen bíblico, que le otorgó la familia para inscribirse en el Registro Civil.
El 80% de los tsáchilas utiliza más el segundo, de acuerdo con un censo que realizó la Gobernación Tsáchila en 2016. Ese estudio fue clave para que el centro turístico Mushily creara una escuela cultural. Ahí los niños y jóvenes adquirieron un nombre de acuerdo con sus destrezas, oficios y gustos por la naturaleza.
En el caso de la guía turística Yadira Calazacón, su nombre en tsáfiki es Pechi, que significa ave brava. Sus compañeros de Mushily la llaman así porque es ordenada y estricta.
Emilio Calazacón, en cambio, adquirió su nombre nativo cuando era un niño. Él se llama Sayama, que significa domador de serpientes. Este guía es el encargado de mostrar a los turistas varios tipos de culebras y explicar qué características tienen.
Abraham Calazacón, líder del proyecto Mushily, señaló que desde hace dos años en la escuela les han enseñado las costumbres, tradiciones e historia a los niños y jóvenes. Además, una de las reglas es que para comunicarse solo se utilice el tsáfiki.
Durante este tiempo, al menos 30 jóvenes que han estado en la escuela cultural hablan el tsáfiki en un 90%.
Según la Gobernación Tsáchila solo hay 20 casos de niños tsáchilas que han podido registrar sus nombres nativos en el Registro Civil. Uno de ellos es el de Shuany Calazacón, de 10 años. Sus padres Miriam y Abraham Calazacón debieron hacer un trámite para que les permitieran colocarle ese nombre a su hija.
El Registro Civil informó que ahora no es necesario hacer trámites ya que tienen a una persona tsáchila en la entidad, que se encarga de verificar que los vocablos pertenezcan a la etnia y que se escriban de forma correcta.
Además, los nativos pueden tomarse la foto de la cédula con su indumentaria típica, a excepción de collares y aretes. Los hombres pueden ir con el cabello pintado con achiote y las mujeres con la diadema de cintas de colores.
Abraham Calazacón afirmó que el nombre de su hija ha sido un reto en las escuelas donde hay mestizos. Por eso, al principio del año lectivo, los padres deben hablar con los maestros para que hablen de la interculturalidad y así evitar que haya acoso escolar.
Otros tsáchilas como José Aguavil han optado por poner nombres en tsáfiki a sus hijos, pero que tengan similitudes con los mestizos. Una de sus hijas se llama Luly, que significa flor, y no es un nombre difícil de pronunciar en español.
La guía nativa Génesis Calazacón señaló que cuando se dio la evangelización en la etnia, los padres empezaron a llamar a sus hijos por nombres bíblicos para que a los padres dominicos no se les dificultara llamarlos. “Cuando accedieron al Registro Civil fue más fácil inscribirse con los nombres religiosos”.
Los nombres más comunes en la etnia son José, María, Juan, Pedro, Miriam, Sonia…