En ‘El Show de Trump, perfil de un vendedor de humo’, Mark Singer desenmascara al magnate, que hoy anhela el poder de la Casa Blanca. Foto: Archivo
‘Sería profundamente injusto decir que Donald Trump miente todo el tiempo. Jamás me atrevería a sugerir que miente cuando está dormido…”. Quizá esta sea una de las pinceladas más certeras del retrato del candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos, pintado por el escritor Mark Singer en su libro ‘Donald Trump, perfil de un vendedor de humo’.
Singer, asiduo colaborador de la revista The New Yorker, realizó en 1996 un perfil del mitómano personaje, que tanto ha dado que hablar en los medios de todo el planeta y se ha convertido en el centro de una de las elecciones presidenciales más bizarras y alarmantes de la historia estadounidense. Ni el más chiflado apostador se lo hubiera imaginado: Trump hoy corre por la disputa del cargo más poderoso del planeta. ¡Y puede ganar!
En los 80, Trump era tan solo un megalómano charlatán de la gran manzana. Un fracasado operador de casinos en
Atlantic City que intentaba recuperarse de los procedimientos legales de quiebra por sus truculentos negocios inmobiliarios.
Durante sus extensas conversaciones con el magnate en sus departamentos, oficinas y en su jet privado, Singer quedó estupefacto al conocer a un hombre carente de vida interior. Que “aspiró a alcanzar y logró el lujo máximo: una existencia sin el perturbador rumor de un alma”.
En El show de Trump, publicado en julio pasado por Debate, el escritor actualiza el perfil del locuaz postulante, que fiel a su contradictoria personalidad acaba de estar en México con el presidente Enrique Peña Nieto, tratando de suavizar su agresiva imagen contra los inmigrantes latinos. Singer relata con mordaz estilo cómo su publicación significó una continua provocación para Trump, al que reflejó de cuerpo entero, en sus estridentes facetas. Sobre todo la última, del político atípico “que surgió como una figura aspiracional, pseudopopulista y autoproclamado multimillonario, cuyo desprecio por los protocolos del maltrecho establishment de Washington lo unió a sus partidarios en un abrazo de intoxicación mutua”.
El libro está prologado por el periodista David Remnick, también de New Yorker, quien reflexiona sobre la importancia coyuntural del perfil de Trump, a quien califica como un hombre de un ego rampante y más necesidad de atención que un recién nacido.
En el libro, Singer desenmascara a Trump. Lo desnuda como un ambicioso empedernido sin escrúpulos. El siguiente diálogo es elocuente:
-Cuándo usted está solo en la mañana, su esposa sigue dormida. Se rasura y se ve al espejo del baño. ¿Qué piensa?
Mirada de incomprensión de Trump.
-Quiero decir, al mirarse al espejo, ¿piensa “Wow, soy Donald Trump”?
Trump sigue confundido.
-Está bien. Supongo que quiero saber si se considera a usted mismo una compañía ideal. (En aquel entonces, la respuesta de Trump me pareció poco apta para imprimirse. Pero eso fue entonces).
-¿Quieres saber qué considero realmente una compañía ideal? -dice Trump.
-Sí.
-Un buen culo.
En un reciente reportaje, El New York Times entrevistó a cerca de 50 mujeres que han trabajado con Trump o para él en las últimas cuatro décadas. Sus descripciones revelan acercamientos románticos no consentidos, comentarios persistentes, casi enfermizos, acerca de la figura femenina y una conducta depredadora en los lugares de trabajo. Tratar con las mujeres es, precisamente, una de sus obsesiones. Cuando adquirió la cadena televisiva CBS en 1997 se convirtió en dueño de los concursos de belleza Miss USA, Miss Teen USA y Miss Universo.
Pero el músculo del imperio del empresario, además de los casinos, es el negocio inmobiliario, cuya afición fue un legado de su padre, Fred Trump, hijo de inmigrantes alemanes.
De él no solo heredó su habilidad empresarial y su audacia para salir airoso de sucesivos fracasos financieros (en los 90 los bancos le perdonaron cerca de 800 millones de dólares tras declararse en quiebra). Sino su intolerancia y racismo. En 1973, la División de los derechos civiles del Departamento de Justicia de EE.UU. presentó una demanda contra ambos al probarse que rechazaban el alquiler de sus departamentos a personas afroamericanas.
Aunque son célebres sus arranques de xenofobia, especialmente contra los mexicanos, Singer evidencia una vez más la doble cara de Trump, quien es un compulsivo maquillador de cifras. Expone documentadamente cómo contrata inmigrantes ilegales en sus proyectos, todo para ahorrarse el pago de tributos.
En uno más de sus frecuentes arranques de ostentación él se considera el más grande constructor de Nueva York. Especialmente de inmensos rascacielos con departamentos barrocos. “No creo que la gente esté consciente de qué tan grande es mi empresa. Por alguna razón solo conocen a Trump, la celebridad”.
Y así, en su investigación de seis meses, Singer descubrió a varios Trump: el adicto a la hipérbole, que tergiversa por diversión y por beneficio propio; el ducho constructor que sorprende a sus socios; el perpetuo adolescente de 17 años que vive en un mundo de suma cero, donde solo hay ganadores y perdedores totales; el insaciable cazador de publicidad que a diario coquetea con la prensa, a cuyos mensajeros, sin embargo, califica de basura humana, sobre todo cuando destapan sus continuas contradicciones y miserias.
En el epílogo del libro, el periodista Jorge Ramos advierte con acierto que el error fue de nosotros, no de Donald Trump. “Él nunca dudó que podría ser Presidente. El error fue creer que estábamos frente a un payaso, frente a una caricatura, y que simplemente iba a desaparecer por nuestro enorme disgusto y rechazo.