Foo Fighters es la banda que Dave Grohl fundó una vez que Nirvana se extinguió al mismo tiempo que Kurt Cobain tomaba la decisión de quitarse la vida. Grohl, un excepcional y deslotado baterista, decidió dejar los tambores para cantar y tocar la guitarra. Con esa decisión no había dejado libre el asiento de un tamborilero. Grohl había dejado libre un trono…
Es tan improbable la historia de Foo Fighters, que parece un cuento macondiano. Dave Grohl (1969) era baterista de una banda punk de Virgina, Scream, que había aterrizado en 1990 en California, como punto culminante de su gira por toda la unión americana. En Los Ángeles descubrieron que ese no sería solo el fin de ese viaje, sino de la agrupación en sí.
Así que ya sin mucha ilusión, Grohl llamó a un amigo, Buzz Osborne, cantante de The Melvins, quien le dijo que otro amigo, Kurt Cobain, de Nirvana, necesitaba un baterista. Sin conocerlos se fue a Seattle y le dio el último chance a la música. Como es un baterista sin parangón, se ganó inmediatamente el puesto y grabaron el disco que revolucionó el rock de la década de 1990: Nevermind.
De la nada, a la gloria, a desbancar del número uno de las listas de hits musicales al mismísimo Michael Jackson, como quien se toma cerveza en una tarde calurosa.
Plural
El paso de Grohl por Nirvana apenas duró tres años. Para trasmutar el dolor de la muerte de Kurt Cobain, alquiló un estudio trabajó solo (¡solo!) un álbum entero, en el que grabó baterías, guitarras, bajos y voces. Una pequeña obra de arte publicada en 1995, con el nombre de ‘Foo Fighters’ (objetos voladores no identificados, en jerga militar estadounidense).
Cuando necesitó una banda de apoyo, en 1996, buscó en las cenizas del recientemente separado grupo de rock Sunny Day Real State. Les ofreció a Nate Mendel, y a William Goldsmith, bajista y baterista, que se unieran. Luego llamó al guitarrista de Nirvana, Pat Smear, y pasó de Foo Fighter a plural, una banda de verdad.
Para el segundo disco, en 1997, Goldsmith no podía con la exigencia rítmica de Grohl y dejó el trono. Ahí llegó Taylor Hawkins (1972), un percusionista que a diferencia de Grohl tenía estudios de música y quien se hizo notar como el baterista de Alanis Morissette, por su estilo frenético y metódico.
El metrónomo rubio
De ahí en adelante la colaboración de Grohl y Hawkins fue simbiótica. Cada uno con su estilo.
Grohl es un baluarte de los rudimentos, casi de consistencia barroca, por la cantidad de recursos para componer. Hawkins, en cambio, era un metrónomo con melena rubia y barba, que ponía los arreglos necesarios, sin tripletas infladas de tambores y bombo… ni un flam en demasía (flam= dos golpes que, por arte de magia percusiva, parecieran uno y que le dan sabor a un ritmo, como el ají en un cebiche). Eran opuestos en ese sentido. Pero eran gemelos en la contundencia: pura fuerza, como necesita el verdadero rock.
El legado de Hawkins es haberse ganado a pulso el puesto de baterista de Foo Fighters. Algo plasmado en los ocho discos de estudio que grabó con ellos sin que Grohl le disputara el estilo.
Enamorados
Lo cierto es que Grohl y Hawkins se complementaban musicalmente y hacían de la batería el instrumento gravitante de la música de Foo Fighters: un rock sumamente rítmico, con melodías de reminiscencia nirvanera (confluencia de rock y pop), que han dado paso a exitazos como Everlong, My Hero, All my Life, The Pretender, Best of You… o discos tan sólidos, casi que perfectos, en materia rítmica, como Wasting Light.
Los dos solían bromear que habían caído enamorados. Lo suyo era de esas amistades diáfanas y bien llevadas, solo truncadas por el abismo de las adicciones. Hawkins ya estuvo en coma, por sobredosis de heroína, en 2005. Y luego de estar limpio todo este tiempo, el ostracismo de la pandemia es muy posible que lo haya condicionado a una recaída.
Grohl vuelve a perder a un amigo de forma trágica. Vaya destino.