En el Parque Qmandá (centro de Quito) se promueven proyectos de este tipo. Foto: EL COMERCIO
El arte urbano va ganando su territorio en el Ecuador. A pesar de que por muchos años se lo relegó al ámbito del anonimato (las obras tomaban forma en medio de la noche), ahora son las municipalidades las que van extendiendo sus peticiones a los artistas para que estos se apropien de los espacios públicos.
En Quito, por ejemplo, las nuevas políticas en torno a estas prácticas han permitido que se desarrollen proyectos como la Galería de Arte Urbano de Quito, que durante el 2013 permitió que 100 artistas intervengan en 3 800 metros cuadrados de la ciudad.
Asimismo, se crearon proyectos editoriales como ‘UIO Catálogo de Arte Urbano 2013’, en el que se recopilaba una selección fotográfica de piezas trabajadas en distintos barrios.
Justamente en esta última publicación se puede hallar una de las mejores reflexiones en torno a lo que significa este arte. Ana Rodríguez, quien hasta hace poco dirigía la Fundación Museos de la Ciudad, escribe en ‘UIO…’: “Tomarse una pared significa, por una parte, querer estar en lo público-abierto,
desacralizar el arte de galería y a la vez pensar la ciudad como algo que vive, y en donde se comunica sin cesar”.
Pero no todas las propuestas llegan desde la Municipalidad. Colectivos como Tranvía Cero y la recientemente publicada Revista Viscerarte proponen nuevas líneas para desarrollar los diálogos en torno a esta expresión artística.
Guayaquil, por su parte, ha flexibilizado sus políticas en lo que respecta al arte urbano. A pesar de que no todos los colectivos de esta línea de trabajo han sido reconocidos, existen dos grupos con los que sí se ha hecho un trabajo desde el ámbito oficial: la agrupación ‘Artes Grafito/Grafitti- Escuela/Taller de la Calle’ y ‘Dadaif’.
El primero de ellos con una línea de trabajo que prioriza la aerografía, el uso de latas y evita los compresores. El segundo, Dadaif, se inclina por lo ‘kitsch’.
Un indicio de que las políticas municipales se han suavizado es el hecho de que este año se autorizó a los dos colectivos a intervenir 17 espacios guayaquileños.
Entre esos, paredes situadas en Miraflores (a la altura de la Universidad Católica de Guayaquil), en el Suburbio Oeste y en la av. 25 de Julio. Las intervenciones arrancarán a inicios de septiembre.
‘Artes Grafito/Grafitti- Escuela/Taller de la Calle’ que aglutina, a su vez, a otros 17 colectivos urbanos y constantemente está capacitándolos mediante talleres.
El 18 de agosto del 2011, el Municipio de Guayaquil expidió una resolución normativa en la que se establece una recompensa de USD 1 000 a quienes provean a la Municipalidad de “pruebas inequívocas”, a través de videos o grabaciones, “que permitan evidenciar a uno o varios individuos agrediendo con pintura -ofensiva o no- o manchando propiedad privada o pública”. Esta resolución aún sigue vigente. Solo ha sido evadida con los acuerdos entre el Municipio con estas dos agrupaciones.
Del otro lado, en Cuenca rige, desde el 30 de junio del 2012, una ordenanza municipal de murales y grafitis. Esta establece los espacios para que los artistas realicen sus trabajos.
Según el artista Topher, este punto de la ordenanza se cumple a medias. Explica que la Policía Municipal suele interrumpir su trabajo. Sus obras están en partes de la ciudad como la calle Larga, Puertas del Sol, Feria Libre y otros sectores. Dice que no todas tienen permiso.
El año pasado, en 22 espacios de la capital azuaya se realizaron grafitis y murales. Estos fueron financiados por la Municipalidad de Cuenca. Uno de estos espacios es la Avenida Huayna Cápac en el muro del Museo Pumapungo.
Para el artista Que Zhinin, este proyecto muestra el apoyo de entidades como fue el caso de la dirigida por Jonathan Kuperman, pero dice que sigue siendo aislado.
Para la presidenta de la comisión de Cultura, Monserrath Tello, es necesario que la ordenanza se revise porque el arte urbano también incluye danza, teatro, música.