Mariela Congo es una de las seis artesanas que participaron en el concurso Trenzadoras de Identidad. Foto: EL COMERCIO.
Las trenzas en los cabellos de las mujeres afros cuentan historias. Esos secretos que trajeron los afrodescendientes que arribaron de Colombia a Ecuador, tras la abolición de la esclavitud en el último país, son materia de investigación.
La Organización Cultural Pez Negro de Ibarra realiza un estudio para recopilar los saberes de las mujeres trenzadoras en Alpachaca, una parroquia de Ibarra.
El nombre de la agrupación es un homenaje a la preñadilla, un pequeño pez de piel oscura que antiguamente poblaba los lagos de Imbabura.
Según Johanna Gonzalón, titular de la organización, en Alpachaca habitan 30 000 personas. De ellas el 20% se autoidentifican como afrodescendiente.
Son migrantes del valle del Chota, el principal asentamiento afroecuatoriano de la Sierra norte. En esa parroquia hay muchas mujeres que conocen las técnicas de este peinado. Es por eso que hacia ellas está dirigida la investigación, explica Gonzalón.
El objetivo es levantar registros para que estas tradiciones se incluyan como parte de los bienes culturales del país. “Los afroecuatorianos estamos en un proceso de reconstrucción de nuestra historia, que antes no fue contada por intereses ideológicos dominantes”.
Mónica Escobar, una de las peinadoras, cuenta que la destreza para elaborar este peinado se transmite de madres a hijas. La matrona fue una de las homenajeadas durante el concurso, exhibición y reconocimiento de la iniciativa Trenzadoras de Identidad.
También se reconoció a Ana Arce y Janeth Ayala, quienes han contribuido a conservar la tradición de las trenzas en Alpachaca, con una trayectoria de hace ocho décadas.
Esta propuesta fue organizada por Pez Negro, a mediados del mes anterior.
De acuerdo con estudios que ha realizado Gonzalón, las trenzas en toda época han sido símbolo de estatus, jerarquía, creencias, religión, entre otros.
También dice que en Latinoamérica en el siglo XVI, los esclavos a través del trenzado diseñaban mapas en las cabezas, con las rutas hacia la libertad.
Los peinados muestran un derroche de creatividad, por sus vistosas formas. Gonzalón afirma que las trenzas se dividen en dos clases: las recogidas y las corridas.
Las primeras son las más simples y básicas. Mientras que las corridas demandan mayor tiempo y trabajo.
Es por eso que para el concurso que se realizó en el parque de Azaya se invitó a las artesanas más hábiles, que presentaron novedosos peinados. Ganó el diseño denominado África Mía, realizado por Andrea Tadeo. El segundo lugar fue para Fénix, de Mariana Villalba.
Para las mujeres afrodescendientes las trenzas no son una moda, sino parte de la identidad y tradición de este pueblo. Sin embargo, para varias peinadoras el modelaje del cabello se ha convertido en una fuente de ingresos. Un peinado se puede realizar entre cuatro y seis horas, dependiendo de su complejidad.
En Alpachaca, al igual, que las parcialidades en donde habitan ciudadanos afroecuatorianos también se ofrece este servicio. De este estilo fluctúan entre USD 15 y 25. Ahora este peinado también lucen mujeres de otras etnias.