Los telares artesanales son una reliquia en las siete comunas que tiene la etnia. Foto: Juan Carlos Pérez/ EL COMERCIO.
En los rincones posteriores de las viviendas y en medio del silencio, las adultas mayores tsáchilas confeccionan su vestimenta ancestral en los telares artesanales que aún sobreviven en sus comunas.
Antes de iniciar esta labor, las mujeres colocan un retazo de cuero de venado sobre el suelo, para sentarse cómodas y así dar forma al tejido de las manpe tsanpa (vestimenta para el hombre) y la tunan (falda para mujeres).
En esta etnia de Santo Domingo de los Tsáchilas, las mujeres con más edad son las únicas que mantienen esta tradición, porque los demás integrantes envían a elaborar sus vestimentas fuera de sus territorios.
Y no es por vanidad ni porque se quiera dejar perder la costumbre, dice el gobernador de la nacionalidad, Javier Aguavil. Afirma que la materia prima que por años utilizaron para las confecciones ya no germina lo suficiente en los bosques.
La fibra de algodón es el material indicado para crear las faldas multicolores de los tsáchilas. Ellos la añoran, pero la deforestación y la contaminación de los ríos, que alteraron el ecosistema en sus comunas, hizo que la rutina en los telares se redujeraa a prácticas esporádicas, agrega Aguavil. En el momento, solo 10 adultas mayores de las siete comunas confeccionan vestimenta en los telares.
Carmen Calazacón, de 80 años, se refugia cada dos meses en el patio de su vivienda para confeccionar faldas para sus nietas. Ella reconoce que ya no tiene las destrezas de su época juvenil, por eso se tarda hasta un mes para terminar el producto. Cuando mueve los palos de pambil, y los cruza en la tela, lo hace con suma precaución para no golpear sus manos, a las que el reumatismo debilitó.
En las fiestas especiales o cuando los turistas acceden a las comunas, las adultas mayores son indispensables. En esos días se las emplea para que elaboren artículos en tela de menor complejidad. Los visitantes observan en vivo cómo las mujeres confeccionan
sus prendas. Los guías nativos les explican que este proceso les permitió tener una alternativa para proteger sus partes íntimas.
Incluso se les dice que las mujeres tsáchilas de la antigüedad no tapaban su torso al igual que los hombres.
Ahora lo hacen con chumbilinas y blusas de colores vivos. Los telares que utilizan los miembros de este grupo étnico fueron el resultado de un intercambio con los otavaleños.
Hace décadas atrás los indígenas de Imbabura facilitaron los instrumentos a cambio de que los tsáchilas les proveyeran de materia prima.
También les enseñaron los secretos de las combinaciones de colores para la vestimenta. Esto lo recoge el archivo histórico de la etnia, donde además se señala que desde entonces los otavaleños se convirtieron en los ‘diseñadores’ de la ropa tsáchila. Héctor Aguavil afirma que esta relación se mantiene y se reactiva para la fiesta Kasama..