Una pirámide de vidrio, muy parecida a la que adorna la entrada del Louvre en París, es uno de los espacios donde María Fernanda Soliz encuentra un momento para sus reflexiones. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Los desastres naturales, las secuelas de la guerra o el impacto de los actos terroristas dejan
una huella en la memoria de quienes viven estas realidades en carne propia. Y cuando son constantes, estos pueden cambiarnos, reestructurándonos integralmente.
Para desentrañar el mecanismo de estos miedos que acrecientan colectivamente, María Fernanda Soliz abre las puertas de su oficina con una premisa: entender que estas reacciones de miedo son parte de todo aquello que vamos aprendiendo culturalmente, a través de nuestros años.
Hay un suerte de psicosis colectiva, de miedo latente que ha quedado luego de los sismos…
Pues no deberíamos llamarla una psicosis propiamente. Partimos del hecho de que los seres humanos no existimos con base en vacios ecológicos ni sociales; de que toda persona existe en un contexto determinado. Ese contexto se construye gracias a la relación entre el individuo inmediato con su familia, el barrio, la escuela, pero también de unas realidades generales que son la sociedad en la que está inserta, el modelo productivo, etc. En esa línea, el estado psíquico-emocional vital de cada persona no es fortuito, no es aleatorio, no es como una condición que aparece de la nada, sino que está determinada por estos factores.
Entonces, hablamos de un trauma psicoemocional
Efectivamente. Las reacciones psicoemocionales ante desastres naturales, situaciones políticas o problemas ambientales son respuestas naturales no esperables y adaptativas frente a condiciones que no son deseables.
¿Por qué tenemos miedo a lo inesperado?
El miedo es tanto una emoción y un proceso psicológico que cambia en cada persona, de acuerdo con su constitución genética y a los aprendizajes culturales y los esquemas que se han formado con base en experiencias anteriores. El miedo es una respuesta adaptativa frente a factores externos amenazantes y garantiza la supervivencia de la especie. Es tan antiguo como la especie humana misma y definitorio en la evolución de la humanidad. Hay miedos que nacen con nosotros y, asimismo, existen otros que se van construyendo con el paso de los años.
¿Es necesario el contacto con los otros para afrontar esos miedos?
En casos donde la población ha sido golpeada por desastres naturales, es fundamental e importante que el acompañamiento sea grupal. Se necesita compartir las vivencias y problemáticas de los otros para sentirnos acompañados, para compartir experiencias y vivir lo que nos sucede.
¿Cuán importante es el acompañamiento?
El acompañamiento es importante siempre y cuando se haga desde una postura respetuosa de la situación comunitaria. En el momento de ayudar, los contenidos teóricos permiten acercarnos a esas realidades. Pero cuando es preciso actuar, esas teorías pueden ser insuficientes frente a una realidad que, a veces, logra desbordar cualquier propuesta académica. Siempre hay que respetar la soberanía de las personas que viven dentro de un proceso comunitario.
Gracias a las redes sociales vemos que esos miedos frente a los sismos se transforman en oportunidades para burlarse precisamente de esos miedos.
Es un proceso natural, porque ha habido una cobertura mediática muy fuerte que ha hecho que perdamos paulatinamente ese miedo a lo desconocido. De eso deviene que la sociedad tome otra respuesta frente a los sismos, por ejemplo. Son fenómenos sociales que pueden ser tan positivos como negativos en la psicología de las masas.
¿Cómo nos transforman como individuos esos miedos colectivos?
Tenemos cambios desde la parte biológica a nivel de los neurotransmisores, que a su vez cambia el comportamiento. El miedo puede hacer que aprendamos a correr y reaccionar oportunamente frente a una situación determinada, y también que nos quedemos paralizados frente a eso que desconocemos. A la postre es un arma de doble filo.
¿Los medios son responsables de que estallen estos traumas colectivos?
No creo que sean los medios los que provoquen eso. Pero sí hay recordar que todos consumimos información de aquí para actuar. Los medios son, de ese modo, una vía por medio de la cual vamos destilando esos miedos ya que, por lo menos, poseemos herramientas para actuar.
Como individuos, ¿debemos preocuparnos por esos miedos colectivos que se van generando?
Hay que tratar de entenderlos en su contextos antes que temerlos. Pero siempre debemos estar al tanto de lo que sucede cuando se acerca un desastre. Recordemos el caso de Armero, donde la población supo a último momento que sus vidas estaban bajo un gran riesgo. Como dije antes, es la información la que nos permite quitarnos esos miedos y actuar con cautela.
Entonces, ¿estar preparados es la única herramienta para enfrentar a esos miedos colectivos?
No, necesariamente. Recuerdo que ante los últimos sismos tuve los mismos miedos que el resto de las personas. Yo, supuestamente, estaba preparada académicamente para enfrentar a eso, pero me di cuenta que es importante estar en contacto con los otros, con la familia, para tomar una decisión mucho más pensada.
¿Podemos superar solos estos miedos?
No en todos los casos. Debemos recordar que somos personas insertas en un contexto social; que no podemos aislarnos del colectivo para siempre. Junto a los otros aprendemos a superar nuestros temores y a valorar las experiencias.