Somen Debnath tiene 34 años y lleva viajando desde que tiene 20. Su misión es recorrer 191 países hasta el año 2020. Foto: Valentín Díaz / EL COMERCIO
Esta historia comienza en 2004, cuando Somen Debnath tenía 20 años. Es originario de Basanti, un pequeño poblado de 6 000 habitantes en el sur de la India, en la región de Sundarbans, en Bengal del Este. El 27 de mayo de 2004, tan solo dos días después de recibir su título en Zoología por la Universidad de Calcuta, Debnath emprendió un viaje por 191 países del mundo, que concluirá en 2020.
Hoy tiene 34 años y ha recorrido un sinnúmero de países en Asia, Oriente Medio, África, Europa y ahora, por América Latina. Todo el recorrido lo ha hecho en bicicleta, a excepción de los tramos en que no existe conexión terrestre.
Sus únicas pertenencias las guarda en cuatro alforjas ubicadas en los costados de su bicicleta. Una carpa, un ‘sleeping‘, algo de ropa y equipos para su bici son la indumentaria que ha llevado por todo el mundo. “No necesito más”, explica.
Dentro de sus experiencias alrededor del mundo acumula seis robos, ocho golpizas y tres veces han intentado robar su bicicleta. Cuenta que en Afganistán fue capturado por el Talibán y estuvo detenido por 24 días, pero se salvó cocinándoles un almuerzo. Pese a esto, asegura, las experiencias positivas han sido muchísimo más importantes que las negativas.
A Ecuador llegó desde la frontera sur. Desde Senegal tomó un vuelo hasta Brasil y en su ruta sudamericana pasó por Paraguay, Uruguay, Argentina, bajó hasta la Antártica, volvió a subir por Chile, después Bolivia y Perú.
En el país fue recibido por la Comunidad india en Ecuador, presidida por Sukhjinder Boparai. Durante su estadía en Quito, se hospeda en un pequeño cuarto con una sencilla cama de un hostal de la capital.
Boparai es dueño del restaurante Sher E Punjab (El rincón de la India), en el sector de La Mariscal. Hasta allá llegá Debnath. Con su pelo largo, indumentaria de ciclista y una gran sonrisa en la cara, entra por la puerta trasera del restaurante, se sienta en una mesa, le sirven una taza de té y comienza a relatar su extraordonaria historia.
De izquierda a derecha, Juan Carlos Cobo, ciclista ecuatoriano; Sukhjinder Boparai, presidente de la Comunidad india en Ecuador; y Somen Debnath. Foto: Valentín Díaz / EL COMERCIO
Una cruzada por el VIH
“Desde la infancia he tenido el mismo sueño”, asegura. “Mi filosofía personal es que la vida es muy corta, así que hay que vivirla el doble. Quería hacer algo que una persona no pudiera hacer en una sola vida”, agrega.
“Cuando tenía 14 años, leí en un periódico local una historia sobre una persona que moría de VIH y esa fue la primera intención detrás de este viaje”. Su ruta por el mundo tiene un objetivo claro: crear consciencia en cada lugar que visita sobre la prevención del virus. “La prevención es mejor que una cura”, dice.
Cuando pasa de país en país, se pone en contacto con diversas organizaciones que luchan contra la propagación del VIH. Lleva a cabo programas de prevención especialmente para comunidades rurales. Propone, además, el uso de preservativos entre los ambientes de trabajadoras sexuales y la utilización de jeringas sin uso entre personas que sufren de adicciones. Aparte de esto, da charlas en centros educativos y universidades sobre prevención. Sus viajes son financiados a través de donaciones y patrocinios de distintas empresas, organizaciones y personas naturales, como detalla en su página web.
Video: YouTube, cuenta: Somen Debnath
El itinerario de viaje
Una de sus fuentes de inspiración para emprender este épico viaje fue Bimal Mukherji, quien recorrió el mundo en bicicleta desde 1926 hasta 1937. Escribió un libro sobre su experiencia llamado ‘Du Chakay Duniya’ (El mundo en dos ruedas). Debnath lo leyó en 1998 y desde ese momento se planteó su objetivo de vida.
De 2004 a 2006 emprendió un viaje para recorrer todos los estados de la India. De 2006 a 2009, pasó por 24 países del continente asiático. De 2009 a 2012, recorrió 45 países de Europa y pasó por el Polo Norte y Groenlandia. De 2012 a 2015 visitó 52 países en África y ocho naciones de Oriente Medio. Por razones de seguridad, no pudo ingresar a Libia y Siria.
Debnath durante su paso por Inglaterra. Foto: https://www.somen2020world.com/
Entre 2016 y 2017 ha recorrido Sudamérica y, antes de terminar el año, su misión es hacer un viaje por Norteamérica. Para el año 2018 planea visitar Canadá y Alaska, para luego cruzar a Siberia y continuar por Mongolia y China. En 2019 pasará por Japón, Filipinas y Australia. En 2020, el plan es ciclear por Sumatra, Malasia, Indonesia, Myanmar y Bangladesh, para finalmente terminar el recorrido en su natal India. Al momento, calcula, lleva alrededor de 4 500 días en su ruta.
Su experiencia alrededor del mundo le ha otorgado muchas enseñanzas sobre la complejidad humana y la diversidad de culturas. “Mi mensaje al mundo es vivir una vida simple y feliz. Encontrar la felicidad desde adentro y que podamos contentarnos con el hecho de compartir con otros”, reflexiona el viajero.
Secuestrado por el Talibán
Mientras hacía su paso por Afganistán, intentaba cruzar la ciudad de Kabul para poder llegar a Herat. Allí fue interceptado por “cuatro o cinco personas armadas que me detuvieron y comenzaron a golpearme a culatazos. Uno de ellos repetía que me mataran. Pensaron que era un espía de servicios de seguridad de la India”, cuenta.
“Me subieron a un auto con los ojos vendados, viajamos alrededor de una hora y, cuando pude quitarme la venda, descubrí que estaba en un subterráneo”. Durante sus días de encierro asegura que fue golpeado constantemente y que el grupo armado lo mantuvo sin alimentos.
“Me preguntaron qué opinaba del Corán; les dije que yo lo respeto, al igual que todos los libros religiosos del mundo. En mi mochila traía un ejemplar del Corán y se los mostré, les dije que ocasionalmente lo leía”, dice.
Debnath no habla árabe, por lo cual el grupo armado tenía que usar un intérprete para hablar con él. En un punto, le preguntaron qué opinaba sobre la “misión” del Talibán. Él les respondió de la manera más sincera que pudo: “Les dije que no sabía cuál era su misión exactamente. Pero argumenté que yo tengo una misión personal y que respeto todas las misiones individuales de las personas”.
Cuando el viajero indio comenzó a ver nublado su recorrido por el mundo a raíz de esta situación, resolvió que por lo menos debía hacer algo al respecto. “Si no quieren dejarme ir, denme algún trabajo. Tal vez no pueda continuar mi misión, pero de alguna manera podría contribuir a la suya. No puedo tomar un arma e ir a pelear, pero tal vez puedo hacer un pequeño cambio”, les dijo a sus captores.
Relata que después de esta petición, se dedicó a limpiar sus casas y utensilios y a lavar sus ropas. Lo hizo por nueve días hasta que un día les pidió si podía cocinarles un almuerzo. “Les encantó”, cuenta.
Después de 24 días, finalmente creyeron su historia de estar viajando por el mundo en bicicleta, pero sin antes preguntarle: “¿Qué le vas a decir al mundo sobre nosotros?”. Él respondió que estaba agradecido por poder continuar con su viaje.
Sus principios filosóficos
La filosofía personal de Debnath se ha ido moldeando conforme va visitando cada vez más países. “Nuestra vida es como un árbol. Crecemos como un tronco y después vienen las ramas. Comenzamos con una ideología, una sola filosofía, pero eso comienza a expandirse”.
Somen durante su paso por la Amazonía brasileña. Foto: https://www.somen2020world.com/
A sus 20 años, Somen terminó dos carreras universitarias. El primero fue un diplomado en Bellas Artes por la Universidad de Sarbabhartiya, su segundo título es una licenciatura en Zoología por la Universidad de Calcuta. Pero asegura que su misión de vida es algo “diferente” a la del resto.
“La educación es muy importante. Un diploma te puede dar un trabajo, pero la educación a través de las experiencias de vida es la forma de educación más importante. Eso es lo que estoy aprendiendo en este punto de mi vida”, considera Debnath.
El viajero asegura que, a través de sus andanzas por el mundo, ha logrado superar las diferencias culturales mediante el principio de comprensión hacia el otro. “No juzgo a la gente, esa es mi principal identidad. Cuando visito una comunidad, me siento como en mi propio país”, dice.
Durante sus recorridos, Debnath ha tenido la oportunidad de conocer un sinnúmero de culturas ancestrales. En Sudáfrica vivió con el pueblo Zulú, en Kenia con los Masái, en Botsuana con el pueblo San (Bushmen), en Brasil con tribus amazónicas. En Ecuador se hospedó con una familia tsáchila en su paso por Santo Domingo.
“Los tsáchilas son muy arraigados a la naturaleza. Aprendí mucho sobre su modo de vida. Su comportamiento humano es tan simple, tan humilde; son gente muy positiva. Tienen su propia definición de la vida y aprenden de sus propias experiencias. Fue asombroso ser parte de su cotidianidad y entender la conexión entre personas y naturaleza”.
Con esta familia, el viajante indio probó por primera vez ayahuasca. “Es una excelente manera de limpieza, de entendimiento, de conexión con un montón de cuestiones en este mundo. No puedo definir la experiencia apropiadamente, porque es única”, enfatiza.
De vuelta a casa
De vuelta en India, para el año 2020, Somen ya tiene un plan para su regreso. Quiere construir una aldea global, donde planea recibir a todas las personas que lo han recibido en su recorrido por el mundo. “Esta aldea será ofrecida al mundo, bajo el concepto de que somos una sola humanidad. Representará la hermandad y el sentimiento universal”, asegura. Él espera que el gobierno indio le ceda una extensión de terreno para poder construirla.
En esta aldea planea poner cúmulos de tierra que ha recolectado en todos los países en los cuales ha estado. En cada una de sus paradas, Somen planta un árbol como símbolo de respeto. El próximo domingo 19 de mayo de 2017 planea llevar a cabo una caravana cicleando desde la Plaza Grande, llevando un pequeño árbol de Arrayán, que será plantado en el Jardín Botánico. La hora de encuentro será a las 11:00.
Finalmente, Somen da un consejo para quienes sueñan con salir a conocer el mundo. “Estamos siempre bajo una fuerza gravitacional en nuestro interior, un sentido de apego. Tenemos que trascender esa fuerza para poder salir. Eso puede llegarte a definir; no eres uno, sino que eres para los demás”.