Hace dos años le detectaron leucemia mieloide crónica. El cansancio intenso y la falta de apetito fueron algunos síntomas.
Esta enfermedad le dio a Esther (nombre protegido) porque su médula empezó a producir glóbulos blancos en exceso y estos no actúan como defensa de su organismo. Más bien la hacen vulnerable a infecciones y frenan la generación de glóbulos rojos y plaquetas en su sangre.
fakeFCKRemoveLa solución provisional fue la quimioterapia. Pero por la gravedad del diagnóstico, la única cura es un trasplante de médula ósea.
Esther tiene cinco hermanos, pero ninguno es compatible. Tampoco tiene USD 60 000, costo aproximado del procedimiento en una clínica o en el exterior. Su caso movilizó a la Unidad de Trasplantes de Médula Ósea (UTMO) de Solca Guayaquil a buscar ayuda afuera.
La búsqueda se inició hace un año y el mes pasado dio resultado. La UTMO fue aprobada por el Programa Nacional de Donantes de EE.UU., para recibir médulas óseas. El donante para Esther ya fue identificado, ahora solo esperan el envío de sus células al país para el primer trasplante con médula importada.
La hematóloga Bella Maldonado, directora de la Unidad, dice que la conexión con EE.UU. ayudará a muchos pacientes que padecen este mal. Según estadísticas de Solca, entre el 18% y 25% de los diagnósticos de cáncer al año corresponde a patologías hematológicas malignas, en su mayoría, leucemias agudas.
En estos casos, las células malignas se infiltran en la médula del hueso, que es la generadora de la sangre. Estas células extrañas causan alteraciones e impiden la producción normal de glóbulos blancos, rojos y plaquetas. El paciente presenta moretones porque no tiene plaquetas para la coagulación. O se cansa fácilmente porque no tiene suficientes glóbulos rojos que lleven el oxígeno a sus tejidos.
La quimioterapia es el tratamiento convencional. En la leucemia aguda las sesiones pueden durar tres años y en la leucemia mieloide unos seis meses.
Pero si hay recaídas o resistencia (las células malignas no mueren), se requiere de un trasplante. En las instalaciones de la UTMO niños y adultos esperan este procedimiento terapéutico.
Antes de la acreditación de EE.UU, este centro realizó 22 trasplantes, entre autólogos (el paciente es su propio donante) y alogénicos (donantes emparentados y no emparentados).
El proceso se inicia con la extracción de las células medulares, llamadas progenitores hematopoyéticos o CD34 positivo. Antes, la única forma de obtenerlas era con numerosos pinchazos en la cresta iliaca (cadera).
Pero hoy existen otras fuentes, como el cordón umbilical y la extracción de sangre de la vena.
Este último caso es el más común. Tras verificar la compatibilidad, el donante recibe una medicación (Neupogen o Filgrastim). Al quinto día, la médula sobreproduce células CD34 y saltan al torrente sanguíneo.
En el laboratorio, el donante es conectado a una máquina separadora de células. El tecnólogo Andrés Quiñónez muestra el computador que la controla, codificado para captar solo progenitores hematopoyéticos.
Las sondas conectadas al brazo del donante llevan las CD34 a una bolsa especial y devuelven el resto de sangre a su organismo. Esto dura unas cinco horas.
Luego, en la cámara de flujo, los analistas verifican la separación celular por centrifugación. Y luego, a congelación. Con un guante térmico que cubre casi todo el brazo, Quiñónez abre el congelador de -80°C. También está el de nitrógeno líquido, para la criopreservación a -196°C.
Antes del trasplante, que es similar a una transfusión, el paciente recibe quimioterapia. Este acondicionamiento dura de cinco a ocho días. Y como resultado surge la aplasia medular, es decir, la médula deja de funcionar.
Esa fase es la más crítica. Células malignasy benignas desaparecen y los médicos aplican glóbulos rojos, blancos y plaquetas.
La médula vuelve a producir luego de 10 ó 15 días. El paciente necesita 3 000 000 de células por kilo para su recuperación.