‘El estilo de vida cambió en mis estudiantes con la llegada del covid-19’

Mará Rosario Toalombo, es maestra en la escuela de la comunidad Yatzaputzán, Ambato, en la Sierra centro de Ecuador. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

Testimonio de María Toalombo, maestra de 39 años, que trabaja en la comunidad Yatzaputzán, ubicada en la zona rural de Ambato, Tungurahua, Sierra centro de Ecuador.
“Trabajo como maestra hace 9 años en la Unidad Educativa Intercultural Bilingüe Víctor Manuel Garcés de la comunidad Yatzaputzán de la parroquia Pilahuín, en Ambato. Tengo 30 estudiantes que habitan en los poblados cercanos a la institución educativa. Hace un año, con la llegada del coronavirus, el estilo de vida de mis alumnos y la mía cambiaron porque tuve que enseñarles y ellos aprender a sumar, leer, escribir y más cosas, vía virtual.
Poco a poco nos hemos ido adaptando a la tecnología. Todos los domingos preparo el material y el lunes a primera hora envío a quienes tienen WhatsApp o correos electrónicos las guías con las que vamos a laborar durante la semana con juegos, videos y música.
Lamentablemente, diez de mis alumnos no disponen este servicio por la lejanía o la falta de recursos económicos, por eso vienen a la escuela los miércoles y viernes donde reciben las guías. Les enseño cómo deben hacer las tareas y cómo estudiar. Es la única forma que todos puedan aprender, debido a que sus padres tampoco pueden ayudar a sus hijos porque la mayoría de ellos no terminó la primaria y otros no saben leer ni escribir. Pero lo positivo es que estamos aprendiendo.
Todos los días me levanto a las 04:00, dejo todo listo para mis dos hijas una de 15 y 17 años y salgo caminado de mi casa ubicada en la comunidad Tamboloma. Me hago 30 minutos hasta Yatzaputzán.
En ocasiones me siento un poco mal, porque padres de familia que no miden el peligro de la enfermedad y quieren que los maestros vayamos toda la semana a dar clases, pero eso no se puede porque no está aprobado por el Comité de Operaciones de Emergencia (COE) nacional.
Ellos se enojan y nos hablan. Nos dicen que por sus hijos recibimos un salario. Otros apoyan nuestro trabajo. En el campo los profesionales nunca somos valorados por la gente de la misma comunidad, la mayoría de veces nos discriminan, pero sigo adelante con el deber de enseñar a los niños”.