Médico Rodrigo Henríquez: '10% de población vacunada, insuficiente para relajarse'

El médico Rodrigo Henríquez habla sobre el proceso de vacunación contra el covid-19 en Ecuador. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Aquiles Rodrigo Henríquez es especialista en medicina familiar y en evaluaciones económicas en salud. Experto en evaluación de tecnologías sanitarias y epidemiología clínica. También es profesor de la Universidad de las Américas. Integrante del Grupo One Health de la Dirección General de Investigación de ese centro de estudios. Además es coordinador general de desarrollo estratégico de la Salud.
La OMS dice que la vacunación contra covid-19 es una poderosa herramienta. Pero pide no descuidar otras medidas. ¿Cuáles?
El ritmo de vacunación determina que no podemos descuidar medidas relacionadas con la prevención. Pilares para la contención de la pandemia son uso de mascarillas, distanciamiento y lavado y desinfección de manos. Y se debe hacer diagnóstico de casos, lograr aislar a los contagiados, para cortar la transmisión, y en lo posible hacer seguimiento de sus contactos.
El Gobierno ha gestionado la adquisición de vacunas, para llegar a 9 millones de inmunizados en 100 días. ¿Cómo evitar que la gente se confíe?
El éxito del plan depende de la disponibilidad de vacunas y aún hay limitaciones. Por eso hay que reforzar los planes de comunicación, para que la ciudadanía tenga información sobre qué día se vacuna su grupo de edad o su sector priorizado. Generan ruido presiones de gremios o instituciones públicas. Se debe trabajar contra eso y evitar mensajes de falsa seguridad. Hay que informar, no insistir en echarle la culpa a la gente.
El proceso de inmunización se ha acelerado, en un mes. ¿Es suficiente para dejar de lado restricciones?
El número de inmunizados es insuficiente, como para relajar las medidas. Ecuador con todo el esfuerzo que ha hecho, aún va por alrededor del 10% de vacunados, lo que está muy lejos del 70% al que quisiéramos llegar. Y todos, con dosis o no, tienen el riesgo de infectarse, pero en quienes las reciben disminuye la posibilidad de que enfermen gravemente y mueran.
¿Cuál es su sugerencia?
Distanciamiento social, evitar aglomeraciones y sitios cerrados, incluso si están vacunados. Vamos lejos de países como Israel o incluso EE.UU. No caer en una falsa seguridad pues podría haber un aumento en el número de contagios en población joven y posiblemente en adolescentes y niños, en quienes si bien las posibilidades de complicaciones son mucho menores, sí pueden tener enfermedad grave. Hay que adoptar más bien una actitud de precaución y no de confianza.
Los padres viven el dilema de enviar o no a la escuela a sus hijos. ¿Se les puede garantizar que no se contagiarán?
No hay garantías y en este caso (al enviarlos a clases presenciales) estamos asumiendo como colectivo un riesgo. Y ese riesgo debe ser minimizado, entendiendo que no va a desaparecer.
¿Qué puntos considerar?
Con las condiciones de Ecuador, no puede ser obligatorio el retorno. Por eso hay un componente de decisión familiar. Sí se debe priorizar la salud mental y necesidad de socialización por encima de garantizar que haya contenidos teóricos u ocho horas de clases en un salón cerrado.
¿Qué debería ofrecer el colegio a los chicos?
Más actividades al aire libre. Prefiero que mis hijos retornen a la escuela, para que jueguen con otros niños en un lugar abierto y no que vuelvan a estar encerrados, recibiendo clases, aumentando el riesgo de contagio. Será una fase de transición, hasta llegar al menos al 70% de adultos. Y habrá que seguir con jóvenes y niños y eso tomará un año.
En los planteles se habla de que un grado es una burbuja. ¿Cada niño y cada docente son un nuevo contacto para el hijo y la familia?
Así es. La meta sería minimizar el número de contactos interpersonales de todos los miembros de la familia. El padre no debiera pensar que el contagio puede venir solo de la escuela si acude a reuniones sociales. No hay que desistir del uso de la mascarilla, y mantener la ventilación. Es más importante que la aplicación de pruebas.
¿Hay que vacunar a los niños y adolescentes?
Será necesario porque habrá un desplazamiento de los contagios hacia esa población, por no estar protegida. Eso pudiera aumentar el número de casos graves en ellos, algo que no veíamos al inicio de la pandemia, ya que siempre se afectan los más vulnerables primero. Además, mientras no se vacune a niños y adolescentes tendremos potenciales reservorios de la enfermedad y, para que surjan nuevas variantes.
Avanza la vacunación, ¿dejemos el teletrabajo?
Sería muy cauto. Hay que ver la experiencia de Chile. Pese a tener más del 50% de población vacunada vive episodios de mayor transmisión en comunidades y un aumento de la saturación hospitalaria. En Uruguay, que diagnostica mucho más, hay rebrote.
Chile, con su campaña de vacunación, ¿se confió?
Sí, hubo exceso de confianza y circulación de nuevas variantes. El virus está sujeto a fenómenos de presión, de selección y de evolución. La vacunación restringe la proliferación de ciertas variantes cubiertas por ella. Pero también genera una presión evolutiva, que hace que se puedan generar cambios en el virus, otras variantes, que podrían escapar de la protección.
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