En el último lustro, Pablo Cardoso se ha empeñado en tender puentes entre la economía y la cultura. En su última visita a Quito, a propósito de la realización del segundo Encuentro de Políticas y Economía de la Cultura que se realizó en el Centro Cultural Metropolitano (CCM), conversó con este Diario sobre la importancia de enlazar estos dos mundos.
¿Por qué en Ecuador cultura y economía aún son dos mundos que se piensan por separado?
Tradicionalmente nuestras élites políticas y económicas han pensado a la cultura como un adorno, como algo ornamental y lúdico, cuando deberían verla como algo fundamental para la generación de políticas económicas. Durante los últimos años, en América Latina se ha hablado de las economías creativas o economía naranja. Ahí se ha abierto un espacio para pensar a la cultura como un motor de generación de recursos económicos. En un país extractivista como el nuestro, las economías de lo inmaterial pueden ser un camino para plantear cambios profundos en el modelo económico actual.
¿Cuáles son los riesgos de que en el país se copien modelos como el de la economía naranja?
La economía naranja privilegia un modelo empresarial asociado a ciertas prácticas, valores y principios, entre ellos los emprendimientos. En ese contexto creo que hay dos riesgos: convencerse de que el Estado hace más haciendo menos y de que solo existe una manera de hacer arte y cultura, cuando la realidad muestra que hay una heterogeneidad inmensa de formas de hacerla y de vivirla.
¿En el país todavía pesa esa división entre alta cultura y el resto de expresiones culturales?
Todavía existen algunas visiones rezagadas que siguen entendiendo la cultura desde esta división absurda de alta y baja cultura. Esta, sin duda, es una visión caduca. Creo que por suerte hay otras propuestas que rescatan la cultura popular y el patrimonio cultural inmaterial que, en la actualidad, es considerado una de las fuentes más importantes para ver lo cultural con una visión interdisciplinaria.
¿Cuál es el papel de la cultura en una sociedad con picos cada vez más altos de violencia social?
Históricamente, la clase política y las élites económicas le han dado la espalda a la cultura, cuando es un elemento que puede dar soluciones a los problemas de convivencia social, de intolerancia y de violencia. En la Universidad de las Artes estamos convencidos de que también las prácticas artísticas pueden, por ejemplo, generar incentivos positivos sobre el uso de los espacios públicos.
¿Como el trabajo que han hecho en el barrio Nigeria?
Hemos intervenido en una zona socioeconómica de muy bajos recursos y con alta conflictividad social, con propuestas de medios de comunicación comunitarios, para que la gente pueda, a través de esa vía, plantear sus problemas, encontrar soluciones y fortalecer su comunidad. Otro caso es el del barrio Monte Sinaí, donde trabajamos con El Gran Teatro, un proyecto enfocado en la formación de niños y jóvenes en el mundo de las artes escénicas. Uno de los objetivos es transmitirles valores positivos y mostrarles que pueden hacer un mejor uso de su tiempo libre.
¿Cuál es el dato que le parece más relevante de la primera encuesta de hábitos lectores y consumos culturales que publicó el Ministerio de Cultura?
Creo que hay varios aspectos que llaman la atención. Uno de ellos es el hecho de que el país mantiene niveles bajos de lectura, mientras hay un florecimiento de la industria editorial independiente. También me parece que es importante hablar del aumento del consumo de plataformas digitales. Finalmente, la pandemia aceleró una serie fenómenos que ya habían aparecido. Ahora queda claro que el ecuatoriano está inserto en una lógica de consumo global. La tarea, en este contexto, es pensar en lo positivo y en lo negativo que esta realidad representa para la producción local.
¿Y qué piensa sobre el dato de que el reguetón sea el género musical que más se escucha en el país?
Me parece que es algo totalmente normal que en Ecuador haya preferencia por el reguetón, cuando en países como Estados Unidos o Francia sucede lo mismo. Es una muestra de que es el primer producto cultural latino que se ha convertido en ‘mainstream’ global. Lo que sí tenemos que hacer es compararlo con el consumo de otro tipo de música. Personalmente no me importa que la gente consuma reguetón, sino que esas mismas personas accedan y conozcan otro tipo de géneros musicales.
¿Somos monotemáticos?
Creo que es evidente que nacimos y vivimos en un país en el que somos totalmente dependientes de ciertas expresiones culturales. Culturalmente nos educamos bajo el paraguas de las grandes cadenas de televisión, como Televisa. Por eso hay que diversificar la oferta y dar espacio a las propuestas que no necesariamente se instalan en lo ‘mainstream’ o que respondan al modelo de economía naranja.
Hoja de vida
Pablo Cardoso es doctor en Economía por la Universidad de París 1 Pantheón -Sorbonne, de Francia. Es director del Instituto Latinoamericano de Investigación en Artes y del Observatorio de Políticas y Economía de la Cultura.
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