Lourdes Torres, dirigente de la Asociación Pro Defensa de la Mujer, recibió un reconocimiento por su trabajo sobre el respeto y la inclusión de las trabajadoras sexuales. Foto: Ana María Carvajal / EL COMERCIO
La condecoración Manuela Espejo significó para Lourdes Torres, dirigente de la Asociación Pro Defensa de la Mujer, un reconocimiento para ella y todas las trabajadoras sexuales que luchan por el respeto y la inclusión.
La activista recibió este premio este jueves 8 de marzo del 2018 de las manos del concejal Carlos Páez (Alianza País), durante una sesión dirigida por Pedro Freile (Vive) y por una resolución de la comisión de Igualdad, Género e Inclusión Social, presidida por la independiente Carla Cevallos.
Según la ordenanza metropolitana 088, esta condecoración debe entregarse en una sesión solemne el 8 de marzo “a una mujer que con esfuerzo y capacidad haya cumplido una labor preponderante en el desarrollo del país o de la ciudad”.
Sin embargo, Pérez recibió el reconocimiento en una sesión ordinaria en un momento en el que no estuvieron el alcalde Mauricio Rodas, ni los vicealcaldes Eduardo del Pozo (Creo) y Anabel Hermosa (independiente).
Pérez fue la seleccionada tras ser postulada por tres organizaciones sociales por su trabajo constante para reformar la ordenanza 127 y por su lucha contra el SIDA, la tuberculosis y la malaria en el gremio de trabajadoras sexuales. La reforma permitiría que burdeles que cuenten con un documento habilitante puedan seguir funcionando en zonas con un uso de suelo incompatible para su actividad.
Pérez dijo considera que el homenaje debería tenerlo también Italia Vaca, dirigente de las trabajadoras sexuales que fueron reubicadas en La Cantera hace 11 años.
El concejal Páez dijo que entregar ese reconocimiento era para él un honor en un día de luchas, conmemoración y de compromisos por las luchas que nos faltan dar”. Según su criterio, hay una deuda de la sociedad para que el trabajo sexual se dignifique.
Para la activista, el trabajo desde 112 casas de tolerancia y desde las calles de 5 400 mujeres que se dedican al trabajo sexual tiene el objetivo de terminar con el estigma de su oficio y promover a Quito como una ciudad incluyente: “nosotras tenemos doble vida, una en nuestro hogar y otra en nuestro trabajo. Una sonrisa afuera y nadie sabe lo que vivimos dentro”.
Sonriente salió de la sala del Concejo y pidió a su hija que le tomara fotos con secretarios, concejales y otros funcionarios municipales que la felicitaban por su labor. Ella empezó en el trabajo sexual hace 35 años y lleva 25 como dirigente. Tiene tres hijas, pero también considera hijas a las alrededor de 140 000 mujeres que se dedican a esta actividad.
Su meta es lograr que el trabajo sexual sea legalizado y se realice en el marco del respeto a sus derechos. “Es una lucha. Antes éramos prostitutas, meretrices. Ahora somos trabajadoras sexuales. Y la lucha no queda aquí, sigue adelante”.