El profesor Jaime Naula (chaqueta negra) imparte una clase en el Jardín Botánico Misael Costa, en Riobamba. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO
Las técnicas curativas de la cultura Puruhá y la ciencia moderna se fusionan en las aulas del Instituto Misael Acosta Solís, en Riobamba.
Allí se estudian las propiedades de más de 500 plantas de 275 especies utilizadas por los yachaks (conocedores indígenas) para aliviar las dolencias y varias enfermedades.
Las plantas, que fueron recolectadas en los páramos de Los Andes, en las selvas amazónicas e incluso en los bosques de la Costa ecuatorianos, se coleccionan desde hace 22 años, cuando se inició este centro de estudios.
Los alumnos y docentes analizan su estructura biológica y sus propiedades químicas, para luego desarrollar productos derivados con esencias, como jarabes, emulsiones, pomadas, lociones o pastillas.
“El conocimiento ancestral estaba subvalorado, nuestro objetivo es recuperar estos saberes, difundirlos y estudiarlos desde el aspecto científico”, cuenta Renata Costales, rectora de esa institución, situada en el barrio Bellavista, en el sureste de la urbe.
Allí se educan 350 aprendices. Ellos reciben clases y talleres prácticos con especialistas en biología, naturopatía, medicina cuántica y otras áreas vinculadas. Pero los talleres más esperados son los que dictan los yachaks, runas, curanderos y sobadores indígenas.
Sus clases son consideradas magistrales, pues relacionan el equilibrio y bienestar físico basados siempre en la cosmovisión andina. “Nuestro propósito es profesionalizar
el conocimiento empírico de los sabios indígenas y aportarles un respaldo técnico”, afirma Costales.
Héctor Amaguaya es el docente de la cátedra de cosmovisión andina. En sus clases, los estudiantes aprenden sobre los cuatro elementos sagrados y su relación con la salud y la vida de la gente.
También analizan la convivencia armónica con la Pachamama y la aplicación moderna de la sabiduría ancestral.
En el invernadero las plantas están rotuladas y ubicadas de acuerdo con sus usos en la medicina natural.
Algunas tienen propiedades analgésicas, antinflamatorias, antiparasitarias, entre otros beneficios. Otras se utilizan para combatir el estrés, para la relajación y para lograr “el equilibrio del ser humano”.
Los yachaks dividen a las especies en dos grupos. Las dulces, que se utilizan para sanar la deficiencia energética, y las amargas, para absorber el exceso de energía, que se puede tornar negativo.
Según las creencias de los conocedores, así se logra un equilibrio energético que es sinónimo de buena salud y bienestar.
De hecho, en el mundo andino todo está relacionado con la energía y algunas plantas consideradas sagradas como la ruda, el arudo, la santamaría y el marco, tienen el poder de canalizarla.
Para curar el espanto, por ejemplo, se realiza una limpia especial con la ayuda de un manojo de una mayor cantidad de hierbas dulces y solo una planta amarga.
“Estudiamos cómo lograr un equilibrio de energías estudiando cada planta, no solo por sus cualidades químicas, si no como conductores de energía”, afirma Jaime Naula, docente del instituto.
La sección más importante del jardín botánico es precisamente la parcela que contiene las plantas sagradas para cultura indígena.
Los estudiantes afirman que allí las energías se sienten diferentes. La regla básica para ingresar al sitio es sentir respeto a la naturaleza.
Los jóvenes también aprenden cómo emplear estas plantas en otro tipo de terapias andinas y espirituales como temascales, baños de cajón, aroma terapia y masajes para la relajación y meditación.
“Podemos diagnosticar a un paciente mirando el iris
de sus ojos y la forma de su rostro. Así sabemos qué compuesto botánico requiere”, manifiesta Costales.
En el Instituto también se ofrecen terapias alternativas para diversas patologías. El estrés, las afecciones uterinas y los problemas renales son las más comunes que se tratan. Para estas labores, el Instituto ofrece una decena de opciones para ayudar en el proceso de curación o sanación, y cuestan desde los USD 10.
“Las terapias con barro, la relajación y los masajes con piedras calientes me ayudaron a superar el estrés. La gente está acostumbrada a acudir a la farmacia o al hospital por una dolencia cuando la solución puede estar en el jardín de la casa”, opina Natalia Solórzano, una de las pacientes.