¿Es hora de trabajar menos?

El teletrabajo ha sido una herramienta forzada para mantener la producción en medio de la pandemia

Para salir de la crisis económica hay dos caminos. El primero es trabajar más para sacar adelante a los negocios, grandes o pequeños. Miles de personas esperan la reactivación de las empresas para conseguir un empleo formal.
El segundo camino es trabajar menos, ya que si a algo nos ha llevado la pandemia es a reflexionar sobre el camino que está siguiendo el mundo, muy enfocado en el consumo, en la producción a gran escala, en la depredación del planeta y en sus consecuencias en el cambio climático. El confinamiento y el teletrabajo han ayudado a valorar el tiempo con la familia y los amigos, que al final es lo que debe importar.
La conveniencia de trabajar más o menos horas ha generado un debate en el mundo político y empresarial desde hace varios años, pero ahora se vuelve crucial por los efectos de la pandemia en el trabajo.
Desde finales del año pasado, en la agenda política de los países europeos se incluyó la tarea de repensar los patrones de trabajo. Reino Unido, Alemania, España y otros países deberían adoptar una semana de cuatro días para ayudar a sus economías a recuperarse de la pandemia del coronavirus, dijo el excanciller británico John McDonnell y un grupo de políticos de izquierda y dirigentes sindicales de Europa.
Una semana de cuatro días ayudaría a lidiar con las consecuencias económicas de la pandemia, según una carta enviada a Boris Johnson, a la canciller alemana Ángela Merkel, al primer ministro español Pedro Sánchez y otros líderes, según señaló el diario The Guardian, en noviembre pasado.
En ese documento se destaca la larga historia de trabajadores que acuerdan acortar las horas para salvar puestos de trabajo, pero también la “oportunidad” de repensar los patrones de trabajo y ayudar a reducir el uso de energía, lo que podría ayudar a abordar la actual crisis climática.
John McDonnell ya había lanzado esa propuesta en septiembre del 2019, en la conferencia anual del Partido Laborista. “Deberíamos trabajar para vivir, no vivir para trabajar. A medida que la sociedad se enriquece, podemos pasar menos horas en el trabajo”.
Además, “las horas de trabajo más cortas se han utilizado durante tiempos de crisis y recesión económica como una forma de compartir el trabajo de manera más equitativa en toda la economía entre los desempleados y los sobreempleados”, escribió el grupo.
Los proponentes creen que es el momento de aprovechar la oportunidad y “avanzar hacia jornadas laborales más cortas sin pérdida de salario”.
La propuesta de una semana de cuatro días ha interesado a un número pequeño pero creciente de empresas, las cuales creen que aumenta la productividad y mejora la salud mental de los trabajadores.
Eso lo comprobó la gigante tecnológica Microsoft en Japón, donde puso en marcha un proyecto llamado Work-Life Choice Challenge Summer 2019. En agosto de ese año dio cinco viernes seguidos libre a sus 2 300 empleados sin disminuir el salario. La firma también puso límite a la duración de las reuniones -máximo 30 minutos- y se animó al personal a hacerlas ‘online’ en lugar de presenciales. El resultado fue un incremento de las ventas de casi el 40% en ese mes.
Un experimento previo lo llevó a cabo la empresa neozelandesa Perpetual Guardian, asesora en temas de planificación del patrimonio familiar e inversiones financieras, que implementó la semana laboral de cuatro días en el 2018. Obtuvo tres resultados positivos: el número de empleados satisfechos con su conciliación de la vida familiar y personal aumentó 24%, el estrés laboral se redujo 7% y la satisfacción con su trabajo aumentó 5%.
Animado por esos antecedentes, la multinacional Unilever informó en diciembre pasado que comenzó un proyecto en Nueva Zelanda para reducir la semana laboral a cuatro días, sin rebajar el salario de los empleados. El plan durará un año, con los 81 empleados de la firma. “Las viejas formas de trabajar están obsoletas”, le dijo a BBC Mundo Nick Bangs, director gerente de Unilever Nueva Zelanda. En este país, la primera ministra Jacinta Ardern está impulsando formas más flexibles de trabajo en la pandemia.
Un escéptico de estas propuestas es el historiador económico Robert Skidelsky, quien cree que la imposición de una semana laboral de cuatro días “no es realista ni deseable”. En un informe publicado en septiembre del 2020, a propósito de la propuesta del Partido Laborista de Reino Unido, Skidelsky señaló que ese tipo de políticas no tendrían éxito. Y citó el ejemplo de Francia, que introdujo un límite semanal de 35 horas de trabajo en 1998. “La evidencia es que, después de un breve efecto de impacto, la Legislación de Francia se volvió ampliamente ineficaz por una acumulación de excepciones y vacíos legales.
David Spencer, profesor de Economía en la Universidad inglesa de Leeds, cree que la propuesta de una semana laboral de cuatro días puede funcionar por sectores. Sin embargo, requiere que los trabajadores tengan el poder de negociación necesario, lo cual implica fortalecer los sindicatos. También es necesario convencer a las empresas de los beneficios económicos de una semana más corta y dejar de aceptar que las jornadas de trabajo largas son algo normal.
En el fondo, lo que se debate es una nueva economía y una nueva forma de vivir.