En una de las charlas se les habló sobre la necesidad de prevenir el VIH/sida. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
Las escaleras sombrías acaban en una habitación de paredes teñidas con pintura rosa. Al ingresar, en un cartel se lee: “La Casa de las Muñecas”. El apartamento está en una zona del centro de Guayaquil, donde el ruido de los carros y bocinas se cuela por el balcón.
Hace dos meses, el espacio abrió sus puertas a la comunidad Glbti (Gays, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexo). “Es una casa de acogida y orientación”, resume Marisol Mite, promotora.
No había un espacio así para nosotros, dice, y detalla que es para dar guías en derechos, en acceso a educación, a salud, a poder cambiar los nombres, a tener información clara sobre el proceso de hormonización y los riesgos de los biopolímeros (que se colocan en los glúteos).
Marisol es educadora. En videos colgados en Internet narra sin tapujos la historia de su transición. No fue fácil, pero cree que su proceso fue más llevadero que los de la mayoría de mujeres transexuales.
La discriminación es el primer obstáculo. La última investigación del INEC sobre condiciones de vida, inclusión social y derechos humanos de la población Glbti data del 2013. Pero el panorama hoy no luce tan diferente.
Hace cinco años, el 71% dijo sufrir discriminación de su familia, el 35% recibió gritos, insultos, amenazas y burlas y el 66% vivió experiencias violentas en espacios públicos. Esa fue la respuesta de 2 805 personas entrevistadas en 10 ciudades; 800 eran transfemeninas. Este último grupo aún vive esas historias.
Fernando Orozco es activista Glbti, asesor de imagen y psicólogo clínico. En la casa se encarga de oír y dar apoyo ante las historias de vulneración de derechos. Para el especialista, las mujeres trans conforman un grupo de atención prioritaria dentro de la comunidad.
“Su expectativa de vida es de 30 a 35 años de edad. Cuando son expulsadas de su hogar no tienen otra opción que el trabajo sexual, expuestas a la violencia de género, a la transfobia, a las enfermedades de transmisión sexual”.
Globalmente, los esfuerzos apuntan a mejorar las condiciones de vida de esta población. En junio pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) eliminó la transexualidad de ICD-11, su clasificación de enfermedades mentales.
Para el 2016, el organismo emitió una guía para la prevención, diagnóstico, tratamiento y atención de la infección por el VIH en transgéneros.
El instrumento refleja la necesidad de atención diferenciada. Las mujeres transgénero tienen una probabilidad de infectarse con VIH, 49 veces más alta que el resto.
Para Marisol, la vulneración de derechos es un círculo vicioso que también enfrentan en el colegio. En el país, parte de los Glbti no termina sus estudios por la segregación.
El taconeo de Amy se oye con fuerza en el pasillo de la casa. Es morena, espigada, altísima. Su sueño es ser abogada. Vivió en Chile, donde supo de una iniciativa municipal que daba voz a la población trans. Con la idea de hacer algo similar regresó a Ecuador.
Es una de las habitantes y colaboradoras de La Casa de las Muñecas. Por las noches sus tacones la llevan a ‘la pista’, centro de Guayaquil, allí transfemeninas ofertan trabajo sexual. En el día brinda charlas para prevenir violencia y enfermedades venéreas.
Parte de sus metas se está cumpliendo con este proyecto; otras siguen pendientes: hizo el examen de ingreso a la universidad pero no logró un cupo. La casa brinda talleres de capacitación en peluquería y manualidades. La sala se convierte en un pequeño auditorio para 15 y 20 personas.
El espacio es arrendado y se está construyendo poco a poco. La Organización de Mujeres Trans del Ecuador respalda este proyecto, al igual que Años Dorados Glbti, para atender a la población en su etapa de ancianidad.
Sus puertas casi siempre están abiertas para quienes buscan un café caliente, preservativos para su trabajo o una cama para descansar un rato. La atención es de 10:00 a 20:00.